Tortti, María Cristina y González Canosa, Mora (dirs.), Bozza, Juan Alberto (coord.) (2021), La nueva izquierda en la historia reciente argentina. Debates conceptuales y análisis de experiencias, Rosario, Prohistoria, 314 páginas
Ana María Vidal*
Cuadernos del Sur - Historia 51 (2022), 159-165, E-ISSN 2362-2997
Fecha de recepción
3 de noviembre de 2022
Aceptado para su publicación
7 de noviembre de 2022
La categoría “nueva izquierda” se ha convertido en una herramienta conceptual de alta productividad en el campo académico de la historiografía sobre el pasado reciente argentino, a juzgar por la gran cantidad de estudios que apelan a ella para definir y conceptualizar diversas experiencias.
Se trata de una definición no autóctona, forjada en tiempos de la transición democrática argentina por estudios pioneros en muchos casos elaborados por referentes y actores que tuvieron participación en los procesos estudiados, por caso, Oscar Terán, Beatriz Sarlo, Carlos Altamirano, entre otros. En este sentido, la categoría sirvió para describir y ponderar los alcances del heterogéneo movimiento social que, con prácticas renovadas respecto del repertorio de las izquierdas tradicionales, configuró un extenso ciclo de luchas contrahegemónicas a lo largo de las dos décadas posteriores al golpe de Estado de 1955. Hacia finales de los años noventa, la lectura y la reinterpretación propuestas por María Cristina Tortti constituyeron un verdadero hito en cuanto dicha formulación tuvo gran repercusión en una extensa serie de estudios posteriores. Su propuesta, si bien deudora de los aportes de la transición ya mencionados, polemizó con ellos. En este sentido, la autora señaló la existencia de un “doble recorte” que, en las construcciones académicas, llevó a fijar la atención en uno de los tramos de esa historia —el que se abrió con las insurrecciones urbanas de 1969—, y en uno solo de sus actores —los partidos armados—, lo que llevó a
presentar un escenario simplificado del conflictivo proceso post ‘55 con la consiguiente invisibilización de buena parte de los actores que, muy tempranamente, iniciaron una dinámica cuyo mayor desarrollo se daría a partir de 1969 [y a] desvincular el origen y accionar de los grupos políticos revolucionarios —incluidos los armados— del más extendido clima de protesta social e inquietud política (Tortti y González Canosa, 2021: 19).
Cabe destacar que el señalamiento conceptual conllevaba implicancias valorativas, dado que buscó posicionarse frente a miradas tanto “apologéticas” como “condenatorias” que surcaron el campo académico en los primeros años de la recuperación de la democracia.
Lo cierto es que el concepto “nueva izquierda”, ampliado en términos temporales y en su capacidad para abrazar diversidad de experiencias militantes, permitió dar inteligibilidad a un conjunto de prácticas de oposición que, pese a sus heterogéneos orígenes, campos de acción, filiaciones ideológicas y trayectorias, configuraron el vasto conjunto de fuerzas sociales y políticas que protagonizó el intenso proceso de protesta y radicalización de las décadas del sesenta y setenta, que incluyó desde el estallido insurreccional y la revuelta cultural hasta el clasismo en el movimiento obrero, el catolicismo liberacionista y el accionar guerrillero.
En este sentido, La nueva izquierda en la historia reciente argentina constituye una argumentada puesta en juego de la categoría, a través de una diversidad de abordajes tanto teóricos como empíricos. El capítulo de presentación del volumen está a cargo del coordinador del libro, Juan Alberto Bozza, quien presenta una reflexión metodológica acerca del modo en el cual los diversos artículos hacen uso de la categoría, además de ubicar el trabajo en la extensa trayectoria del colectivo intelectual que le da forma: el grupo de estudio que desarrolló sus abordajes bajo la dirección de María Cristina Tortti en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad de La Plata (UNLP).
A continuación, es la propia Tortti quien reseña brevemente la génesis del concepto de “nueva izquierda”, situando allí sus propios aportes. Este capítulo avanza sobre las discusiones que se han tejido en torno a él y a sus alcances. Así, Tortti vuelve sobre las impugnaciones que marcaron lo inadecuado de “extrapolar” esta categoría, forjada a la luz de experiencias europeas, en el contexto latinoamericano, o en oposición, aquellas que la consideraron una herramienta limitada, dado que tiende a escindir a la “nueva izquierda” de la izquierda del peronismo. Otras críticas reseñadas por la autora destacaron la excesiva generalización de la categoría, cuya amplitud contribuiría a diluir cualquier historización. Finalmente, el trabajo recupera los estudios que han identificado en el uso de este concepto una “exageración”, dado que aumenta la importancia que ciertos actores y prácticas tuvieron en su momento. Refutando cada una de estas críticas, Tortti destaca la operatividad de la noción, no sin alertar sobre la necesidad de
trabajar en el ajuste de los conceptos, precisar los niveles y escalas de análisis, atender a la dinámica de los acontecimientos y a las luchas por direccionarlos e imponerles un sentido. Identificar, además, las iniciativas como los condicionamientos, y no desechar la ocurrencia de lo inesperado o la presencia de ambigüedades y contradicciones en las conductas y en las relaciones (Tortti y González Canosa, 2021: 27).
Para lograrlo, la autora propone la elaboración de “categorías intermedias”, que permitan dar cuenta de las mediaciones entre diferentes niveles o escalas, así como atender a la temporalidad específica del fenómeno, identificando fases de aceleración y desaceleración.
En el siguiente estudio, Mora González Canosa y Mauricio Chama discuten los usos y sentidos otorgados a las categorías de “politización” y “radicalización” que, como bien señalan, han sido utilizadas en forma omnicomprensiva, y en no pocos casos, solapada, anulando la especificidad de los procesos históricos a los que refieren. Así, afirman que la “politización”, como “proceso a través del cual los actores inscriben sus demandas y el sentido de las acciones que desarrollan en un campo específico de prácticas, en la trama de un proyecto político más amplio” (Tortti y González Canosa, 2021: 43), ha sido analizada desde tres matrices de interpretación. En primer lugar, destacan aquella, forjada en los estudios elaborados en la transición, que ubicó una modalidad “única, progresiva y unidireccional” según la cual a partir de 1966/69 se habrían clausurado definitivamente las mediaciones entre cultura y política, separando la etapa previa (en la que el compromiso intelectual aún fue posible) de la siguiente, en la que lo político erosionó la legitimidad de esa y otras prácticas. Por otro lado, destacan otro corpus de trabajos que matizaron esta mirada unidireccional desde investigaciones empíricas que, si bien no negaron la hipótesis anterior, buscaron su complejización a partir del abordaje sistemático de fuentes diversas. Para finalizar, afirman la existencia de estudios que señalaron una tercera manera de abordar el problema, en la que lo “político” se interpretó en forma distinta, abrevando en tradiciones no consensualistas encarnadas en autores como Jacques Rancière o Nelly Richard. En esas investigaciones, lejos de afirmarse enfática o críticamente una teleología, se estaría destacando la “productividad cultural” de ciertos procesos de politización, como podría verse en la obra del artista Edgardo Antonio Vigo, o en la trayectoria del psiquiatra Mauricio Goldemberg. Por otro lado, los autores revisan el uso dado a la categoría “radicalización”, que ha aludido tanto a discursos como a prácticas que buscaron impugnar el orden social en su conjunto. De esta forma, reponen, entre otros, los aportes del Centro de Investigaciones en Ciencias Sociales (CICSO) con perspectiva marxista, como así también aquellos que han focalizado en los hitos del momento insurreccional, por caso, el Rocazo. Especialmente, se detienen en un abordaje crítico sobre los trabajos que han privilegiado la faceta discursiva de la radicalización, destacando de qué modo las lecturas de Hugo Vezzetti y Claudia Hilb sobre la “nueva izquierda” (forjadas en la transición y reformuladas en el presente) “generan el efecto de desplazarlas al terreno de la irracionalidad y la violencia, volviendo ininteligibles sus prácticas y proyectos” (Tortti y González Canosa, 2021: 59).
El resto de los estudios que integran el libro apela a intervenir en el debate historiográfico mediante aportes empíricos que buscan reforzar y al mismo tiempo complejizar el uso de la categoría en discusión. Para hacerlo, varios trabajos apuntan a destacar la heterogeneidad de las acciones políticas desplegadas por los actores del período, mostrando en qué medida la lógica armada y la esfera de la política no fueron las únicas que operaron, no solo en los orígenes del ciclo de agitación, sino también a medida que avanzó la década del setenta.
De esta forma, el trabajo de Nayla Pis Diez apuesta a seguir el derrotero de dos agrupaciones universitarias que tuvieron una destacada actuación en la UNLP en el período 1969-1972, a saber: el Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda (FAUDI), brazo universitario del Partido Comunista Revolucionario (PCR), y la Federación Universitaria de la Revolución Nacional (FURN), ligada a la izquierda peronista, considerando no solo sus proclamas y discursos, sino también su participación en diferentes instancias en la universidad, tanto dentro como fuera de las estructuras institucionales. De esta forma, combinando metodologías cualitativas y cuantitativas, la autora demuestra que, tanto en el campo de lo discursivo como en el de las prácticas, ambas agrupaciones, aun con grandes divergencias en sus modos de intervención, mantuvieron vivas las banderas y formas de acción gremial. Esto permite cuestionar aquellas lecturas que, según una mirada aún muy asentada sobre el período, plantean un desarrollo unilineal signado por el fracaso y crisis del modelo reformista (basado en reclamos puramente gremiales o corporativos), sucedido por una nueva fase en la que primó lo político.
Por su parte, el estudio de Fernanda Tocho se sitúa en el corto período de la gobernación de Oscar Bidegain en la provincia de Buenos Aires, en la que tuvo lugar la institucionalización de referentes de la izquierda revolucionaria del peronismo en las estructuras estatales. El estudio se detiene en una dependencia particular, el Ministerio de Obras Públicas, para abordar un tema historiográficamente relegado: las “otras prácticas” que, más allá de la acción armada, desplegaron estos actores. Para hacerlo, recorre en forma exhaustiva tanto fuentes escritas como entrevistas orales a funcionarios y, además de reconstruir el itinerario de los grupos que confluyeron en el acceso a cargos estatales, señala algunos de los principales desafíos que asumió la gestión. Estos actores, incluso proviniendo de escenarios profesionales, construyeron un “perfil de funcionario/a ligado directamente a su condición política y militante aun cuando su formación académica fuera sumamente lograda en oposición a la figura tradicional del tecnócrata” (Tortti y González Canosa, 2021: 263).
El trabajo de Mariela Stavale sigue la trayectoria de la corriente alternativista del peronismo revolucionario. En este sentido, si bien se centra en el contexto signado por la tercera presidencia de Juan Domingo Perón, aporta importantes datos sobre la conformación original de estos grupos, entre los que se cuentan organizaciones revolucionarias como las Fuerzas Armadas Peronistas/Peronismo de Base, la agrupación Montoneros columna Sabino Navarro y el Movimiento Revolucionario 17 de Octubre; gremios combativos como los de farmacéuticos, gráficos, telefónicos; y grupos político-culturales, como los que dirigieron las revistas Movimiento Peronista para la Liberación y De Frente. De esta forma, el trabajo permite advertir que la política de la Tendencia Revolucionaria del Peronismo de ningún modo puede reducirse a los posicionamientos de Montoneros y las JP Regionales: fue heterogénea y estuvo atravesada por disputas e incluso tendencias contradictorias.
En el caso de Juan Cisilino, el análisis de las trayectorias y posicionamientos se centra en el PCR, abordando documentos partidarios y testimonios de miembros de la agrupación durante el período fundacional, esto es, desde la ruptura en 1967 con el Partido Comunista hasta la realización del primer congreso partidario en diciembre de 1969. Bajo estas coordenadas, el trabajo se dedica a esclarecer de qué maneras se fueron construyendo los principales posicionamientos en torno a cómo llevar adelante el proceso revolucionario, que, en el primer congreso, decantaron en una posición “insurreccionalista”, es decir, opuesta a la teoría foquista que primó dentro de las organizaciones revolucionarias de la Argentina. De esta forma, el trabajo contribuye a discutir una categoría, la de “lucha armada”, que ha sido aplicada en forma reductivista dejando de lado los profundos debates que se tejieron en el período.
El trabajo de Fernanda Volonté opta por desplegar una estrategia metodológica característica de los estudios de la “nueva izquierda”, como es el desandar las trayectorias de los grupos que con posterioridad radicalizaron su accionar, con la finalidad de destacar la heterogeneidad en los campos de acción, las estrategias, los afluentes ideológicos y los modos específicos en los que politización y radicalización se combinaron con diferente gradiente en distintos momentos. De esta forma, la autora se detiene en el momento germinal del Frente Revolucionario Indoamericano Popular (FRIP), fundado en Santiago del Estero en 1961, agrupación que, luego de su vinculación con Palabra Obrera, confluiría en la formación del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). Así, mediante el trabajo con fuentes poco exploradas hasta el momento, la autora demuestra que, por su heterogénea conformación inicial, sus posicionamientos ideológicos y la diversidad de su trabajo territorial (universitario, cultural, gremial), el FRIP constituye un caso claramente encuadrado en la categoría de “nueva izquierda”.
Siguiendo esta misma línea, Santiago Stavale argumenta en pos de situar al PRT como parte de la “nueva izquierda”, no solamente por la composición de sus afluentes formativos, sino también por la serie de opciones que la agrupación desarrolló en su oposición a la izquierda tradicional. En este sentido, el autor sostiene que, pese a su estructuración como un partido marxista-leninista, a su posicionamiento crítico frente al peronismo y a su fidelidad (crítica) a la IV Internacional, el PRT desarrolló una versión vernácula del guevarismo ya desde su momento de gestación, lo cual implicó una actitud sincrética y creativa propia del heterogéneo movimiento de oposición de las décadas del sesenta y setenta.
En el caso del trabajo de Juan Alberto Bozza, la estrategia de análisis es diferente: se trata de componer, desde documentos de la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos (CIA), las caracterizaciones que, en vistas a su intervención en Latinoamérica, sus agentes desplegaron sobre una diversidad de actores de la “nueva izquierda” a escala subcontinental. El recorte temporal es el de la primera mitad de la década del sesenta, y toma como foco la Conferencia Tricontinental de La Habana celebrada en 1966, para comprender de qué manera la agencia estatal norteamericana construyó detalladas descripciones basadas, en muchos casos, en un trabajo indagatorio profesional (aunque no exentas de prejuicios) de los posicionamientos políticos, las modalidades y los alcances de la estrategia de distintas organizaciones frente al conflicto chino-soviético.
Como cierre del volumen se presenta el trabajo de María Cristina Tortti, basado en la revisión de los debates que los representantes de la “nueva izquierda” formularon en la revista mexicana Controversia. Allí, según afirma la autora, se produjo una primera deconstrucción teórica y práctica del mundo conceptual y político de la “nueva izquierda”, especialmente entre los integrantes de la posición del peronismo de izquierda. Asimismo, se formularon algunos de los nudos problemáticos en el abordaje de la historia reciente que posteriormente fueron desarrollados en el campo académico e intelectual local.
Para finalizar, sostenemos que La nueva izquierda en la historia argentina reciente compone un aporte ineludible a la hora de abordar los procesos de movilización social y política que atravesaron la realidad nacional y latinoamericana en las décadas del sesenta y setenta. De un lado, porque habilita la reflexión acerca de los procesos de construcción y uso de categorías históricas. Asimismo, porque ofrece una serie de trabajos que, con un cuidado tratamiento historiográfico, revelan o revisitan aspectos de la historia reciente que aún hoy permanecen como áreas de vacancia o subrepresentadas. Aquí, vale destacar que la selección de los objetos de estudio sostiene una apuesta intelectual por la complejidad, que no amplía meramente las áreas de indagación para incluirlas sin más en la categoría en discusión, sino que ahonda en matices, repiensa los abordajes, se vale de nuevas herramientas metodológicas para construir una mirada rica, acorde a los cruces, ambigüedades, articulaciones que atravesaron la militancia en el período. En este sentido, abogamos por la profusión de estudios de este tipo, y también, por esfuerzos que propongan integrarlos con muchos otros, realizados desde núcleos de trabajo dispersos en el interior del país y que se sitúan en coordenadas similares en cuanto a la complejización de las hipótesis de lectura de este período de la historia.
* Departamento de Humanidades, Universidad Nacional del Sur. Correo electrónico: ana.vidal@uns.edu.ar.
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