image

La crónica de viaje en Gabriel García Márquez. En torno a De viaje por Europa del Este

y las tensiones entre la mirada del periodista y la del escritor socialista

La crónica de viaje en Gabriel García Márquez. En torno a De viaje por Europa del Este

y las tensiones entre la mirada del periodista y la del escritor socialista

Cuadernos del Sur - Letras 47 (vol. 1), 65-81 (2017), ISSN 1668-7426 EISSN 2362-2970

image


image

La crónica de viaje en Gabriel García Márquez. En torno a De viaje por Europa del Este y las tensiones entre la mirada del periodista y la del escritor socialista°


Mariana Bonano*


Ar

Ar

65-81


Resumen Abstract


Las crónicas de Gabriel García Márquez, reunidas en el libro De viaje por Europa del Este (2015), están atravesadas por la mirada del viajero cuyo testimonio permite dar cuenta no solo —y no tanto— de “lo observado”, sino más bien del “observador”. En esta dirección, pueden ser pensadas como próximas a los relatos de viajes, textos en los que el término ‘viaje’ significa, siguiendo a Andrea Pagni, “tanto la experiencia como la escritura” (1992: 263). En su calidad de “testigo”, Gar- cía Márquez exhibe en sus crónicas un enunciador textual manifiesto bajo la forma de un “yo” narrador que a

Gabriel García Márquez’s chronicles, collected in the book De viaje por Europa del Este (2015), are intersected by the gaze of the traveler whose testi- mony reflects not only the observed but also, and more closely, the observer. In this sense, they can be thought as similar to “travel journals”, texts in which the term travel means, following Andrea Pagni, “both experience and writing” (1992: 263). As a “witness”, García Márquez´s chronicles exhibit a manifest textual speaker in the form of a first person narrator that sometimes becomes identified with the critical chronicler of the observed reality, and


° Una primera versión de este trabajo, más acotada, fue difundida mediante su exposición oral en el marco del Encuentro Internacional de Cronistas Latinoamericanos titulado De crónicas y ciudades. La tibia garra testimonial, celebrado en la ciudad de Salta, Argentina, durante los días 28, 29 y 30 de junio de 2017.

* Universidad Nacional de Tucumán – CONICET. Correo electrónico: marianibonano@ hotmail.com


Cuadernos del Sur - Letras 47 (vol. 1), 65-81 (2017), ISSN 1668-7426 EISSN 2362-2970

Cuadernos del Sur - Letras 47 (vol. 1), 65-81 (2017), ISSN 1668-7426 EISSN 2362-2970

image

65


veces se identifica con el del croni- sta crítico de la realidad observada, y otras, con el del escritor militante con los ideales del socialismo. La presente propuesta apunta, en primer lugar, a indagar en esa doble inscripción del “yo” enunciador en los textos, con el objeto de identificar posibles tensiones allí manifiestas. Se propone focalizar en segunda instancia la crónica sobre Hungría recogida en la edición de 2015 a la luz de la versión original de este texto, que resulta comparativa- mente más extensa y compleja.


Palabras clave

Crónica latinoamericana “Yo” enunciador y mirada Tensiones en el discurso


Fecha de recepción

26 de diciembre de 2017


Aceptado para su publicación

10 de julio de 2017

sometimes with the militant writer with socialist ideals. The aim of this research is, firstly, to investigate that double inscription of the first person narrator in the texts in order to iden- tify possible tensions manifested there; secondly, to focus on the chronicle of Hungary published in the 2015 edi- tion in light of the original version of this text, which is more extensive and complex.


Keywords

Latin American chronicle First person narrator and gaze Discursive tensions


A comienzos de 1954, Gabriel García Márquez, por entonces un joven periodista colombiano radicado en Bogotá, trabaja en el periódico El Espectador como redac- tor de planta. Su carrera periodística se forja casi simultáneamente a su trayecto como escritor de relatos de ficción, de acuerdo con lo apuntado por el prolo- guista y compilador de su obra periodística, Jacques Gilard (1982). En el contexto histórico de una Colombia signada por los hechos de violencia del denominado Bogotazo y la censura infligida por “las tiranías y las presidencias conservadoras de Ospina Pérez, Laureano Gómez, Urdaneta Arbeláez y Rojas Pinilla” (Méndez, 2000: 8), García Márquez afianza su labor en el ámbito de la prensa y practica una escritura que se aparta de las pautas tradicionales impuestas por la retórica costumbrista (Méndez, 2000). En julio de 1955 es enviado a Europa por El Espec- tador, con el fin de cubrir la Conferencia de los Cuatro Grandes a celebrarse en Ginebra1. Una semana más tarde, se traslada a Roma, donde permanece como corresponsal hasta finales de 1955, momento en que decide radicarse en París y por circunstancias fortuitas, se dedica de lleno a la literatura.


A causa de la clausura de El Espectador por la dictadura de Rojas Pinilla, el por entonces joven reportero queda sin una fuente fija de ingresos y es en esa coyun- tura cuando junto a su íntimo amigo Plinio Apuleyo Mendoza, resuelve a media- dos de 1957 emprender un viaje a los países de la Europa socialista. La aventura llevada a cabo por los dos amigos y la hermana de Apuleyo Mendoza, Soledad, a bordo de un auto usado queda plasmada en las crónicas que García Márquez escribe y reúne en la serie titulada 90 días en la Cortina de Hierro, aparecida ori- ginalmente en la revista colombiana Cromos y en la venezolana Momento entre julio y noviembre de 19592.


image

1 Detallamos el itinerario de García Márquez en Europa y sus inicios como periodista a partir de los aportes realizados por los autores arriba citados, a saber, Jacques Gilard en sus prólogos al volumen 1 y al volumen 3 de la Obra periodística del autor, respectivamente (1982; 1983), y de José Luis Méndez en Cómo leer a García Márquez: una interpretación sociológica (2000). Como se sabe, la cobertura de la conferencia europea encomendada a García Márquez por el diario obedeció a la necesidad de que el periodista permaneciera en el exilio durante un tiempo, luego de las amenazas que había recibido a causa de la publicación de las crónicas sobre el naufragio del destructor colombiano A. R. C. Caldas. A partir del testimonio del único sobreviviente del naufragio, Luis Alejandro Velasco, García Márquez desmintió la versión oficial del hundimiento proporcionada por la Marina. Esta ac- ción le causó problemas tanto al cronista como a El Espectador, diario que opta por enviarlo a Europa como corresponsal.

2 Este dato, proporcionado por Méndez (2000), aparece también consignado en la contra- tapa de la edición original del volumen publicado hacia 1980 en Colombia. Toño Angulo Daneri, en un artículo periodístico de 2016, señala que los textos dedicados a la URSS se incluyeron antes en la revista venezolana Momento, mientras que Méndez consigna que aparecieron en la venezolana Elite. La descripción pormenorizada acerca de los lugares y fechas de publicación de la serie sobre la Europa socialista puede encontrarse en el prólogo


La primera edición en libro de las crónicas se publica en Colombia hacia 1978 bajo el título De viaje por los países socialistas, 90 días en la Cortina de Hierro y recoge los relatos del autor, elaborados a partir de su visita a la República Democrática Alemana (RDA), Polonia, Checoslovaquia, la antigua Unión Sovié- tica y Hungría3. Aunque el libro está concebido como una unidad, la bibliografía sobre García Márquez (cfr., entre otros, Gilard, 1983) advierte que las narraciones allí recogidas pertenecen a distintas fechas históricas. De acuerdo con los datos obtenidos respecto de la estadía del autor en Europa, el viaje por él realizado a Checoslovaquia y a Polonia data de octubre de 1955, cuando se encuentra en Varsovia para cubrir un congreso cinematográfico4. Dos años después, en junio de 1957 y en compañía de Plinio Apuleyo y de la hermana de este, visita la RDA, y entre julio y agosto de ese mismo año viaja junto a su amigo a Moscú, con el fin de participar del Festival Mundial de la Juventud. Al término de este evento, García Márquez continúa en soledad su viaje hacia Hungría, mientras que Plinio Apuleyo regresa a París.


A 37 años de su primera aparición, el conjunto de crónicas sobre la Europa socia- lista se vuelve a editar en 2015 bajo el título De viaje por Europa del Este. La visión en conjunto de los textos recogidos en este nuevo volumen, publicado por primera vez para España, el resto de Europa y el Cono Sur americano un año después de la muerte del autor, permite al lector actual acercarse a una zona de la obra periodística de García Márquez poco frecuentada, o al menos, no revisada en profundidad. Ofrece al mismo tiempo la posibilidad de indagar en las crónicas


image

que el mencionado Gilard (1983) destina a la Obra periodística III. De Europa y América (1955-1960), de García Márquez.

3 Debo la consecución de la edición colombiana al generoso aporte de la Dra. Virginia

P. Forace (CONICET/CELEHIS), quien me facilitó el pdf escaneado de la obra existente en los fondos de la Biblioteca de la Facultad de Filología de la Universidad Complutense de Madrid, España. Publicada originalmente por la editorial Oveja Negra, de Bogotá, Colom- bia, la primera versión en libro de las crónicas constó de siete ediciones aparecidas entre 1978 y 1982. Es significativo cómo, a lo largo de las sucesivas reimpresiones, la tirada de la obra aumentó significativamente. De los 1000 ejemplares editados en junio de 1978, se pasó a 55.000 en la tirada de diciembre de 1982, correspondiente a la séptima edición colombiana, cuya tapa anuncia a García Márquez como “Nobel 82”. Los datos relativos a cada una de las impresiones figuran en este último volumen, que es el que se encuentra en el mencionado repositorio de la Universidad Complutense.

4 “Esa estadía en Checoslovaquia y Polonia tuvo que verificarse en octubre de 1955, en un mes en el que García Márquez no publicó nada en El Espectador. Viena era etapa y no meta de un viaje en el que era también el único momento confesable. La explicación de ese viaje es evidentemente el congreso cinematográfico de Varsovia, al que se hizo invitar García Márquez, y es muy llamativo ver que casi empató el Festival de Venecia con el Congreso de Varsovia. En Venecia debió hacer los contactos necesarios y es probable que hiciera las gestiones para la visa en Viena que era, de todos modos, paso obligado” (Gilard, 1983: 6).


con el fin de rastrear los posicionamientos del autor en una etapa iniciática de su trayectoria, en la que cobra fuerza su compromiso con el proceso cultural y polí- tico revolucionario que comienza a experimentarse a partir de 1959 en América Latina. En relación con ello, se puede concebir a los textos allí reunidos como relatos testimoniales, elaborados a partir de las impresiones que el viajero colom- biano, deseoso por conocer el otro lado de la “cortina de hierro”, obtiene de una realidad europea escindida entre un Occidente capitalista y un Oriente comunista.


En otra línea de indagación, aunque estrechamente relacionada con lo puntuali- zado anteriormente, el presente trabajo apunta a leer las crónicas reunidas en la edición de reciente aparición a la luz de la publicación en libro original. Tal labor está destinada a deslindar las diferencias expuestas por la mirada del narrador en los mencionados volúmenes, a partir del análisis de la crónica titulada “Yo visité Hungría”. Ubicada al final de ambas compilaciones, esta narración adquiere interés para el análisis porque constituye la única pieza del conjunto que muestra un recorte manifiesto en la edición de 2015 respecto de la primera publicación colombiana, correspondiente a 1978. Según las referencias incluidas en la ver- sión primigenia, se trata de la crónica que García Márquez escribe para la revista venezolana Momento, y de acuerdo con lo precisado más arriba, es asimismo la que se desprende de la visita que el escritor realiza en soledad a Hungría hacia fines de 1957.


Contrariedades y esperanzas. La ética del escritor y la mirada del cronista como ejes rectores de los textos de la serie


El periplo delineado por el autor parece adquirir las particularidades que el propio García Márquez otorga al viaje en su prólogo a Doce cuentos peregrinos: “el viaje entendido como peregrinación”, esto es, de acuerdo con lo apuntado por Eva Valcárcel, “un ejercicio literario para el autoconocimiento y la autoexplicación de una identidad latinoamericana que se enfrenta a la circunstancia del viaje en el contexto europeo” (1997: 369). Es llamativo que a lo largo de las crónicas, las descripciones de los lugares, comidas y situaciones de los países del Este europeo sean plasmados en el papel mediante la puesta en correlación, o bien el antago- nismo, que establece el “yo” narrador entre los parajes que recorre y las diferentes ciudades de su país natal5. Ciertos rasgos identitarios del pueblo colombiano


image

5 En la crónica titulada “Los expropiados se reúnen para contarse sus penas…”, el narrador alude a la característica arriba apuntada como inherente a su relato: “Mi deformación de encontrar parecidos entre las cosas europeas y mis pueblos de Colombia, me hizo pensar que aquella estación ardiente, desierta, con un hombre dormido frente a un carrito de re- frescos con frascos de colores, era igual a las polvorientas estaciones de la Zona Bananera de Santa Marta. La impresión fue reforzada por los discos: boleros de Los Panchos, mambos


tiñen los relatos. El problema para conseguir un buen café es permanentemente mencionado a lo largo de la travesía del autor, así como también son recurrentes las referencias a la burocracia estatal y al orden público en la Alemania Oriental, que el cronista encuentra próximos a los de su Colombia en tiempos de persecu- ción política6.


Puede establecerse que el deseo de conocer cómo se vivía en los países socialistas obedece en García Márquez a una curiosidad no exclusivamente periodística, sino, como se señaló anteriormente, al proceso intelectual que hacia la segunda mitad de la década de 1950 el autor comienza a experimentar en el contexto de la insurrección cubana contra la dictadura de Fulgencio Batista, y que lo llevará a adoptar más adelante un compromiso revolucionario. Es en este sentido que cobra fuerza en su escritura la idea de la crónica en tanto “testimonio”, un relato en primera persona ofrecido por un “testigo” que ha visto o vivenciado los aconteci- mientos que se dan a conocer. La remisión a la experiencia otorga veracidad a la narración, al tiempo que adquiere protagonismo la mirada del narrador/periodista como organizadora del relato. Las crónicas de García Márquez exhiben el enun- ciador textual manifiesto bajo la forma de un “yo” narrador que a veces se identi- fica con el “yo” del cronista indagador y crítico de la realidad observada, y otras, con el “yo” del escritor militante y comprometido con los ideales del socialismo. En los dos casos, la posición discursiva que asume es la del observador dispuesto a conocer del modo más honesto posible, aunque advierte, no obstante, acerca de la peligrosidad de esta tarea, que es producto menos de un trabajo sistemático de investigación periodística, que de un recorrido delineado a partir de visitas breves y fugaces:


Es un viaje peligroso para un periodista honesto; se corre el riesgo de formarse juicios superficiales, apresurados y fragmentarios, que los lectores podrían considerar como conclusiones definitivas (García


image

y corridos mexicanos.” (García Márquez, 2015: 45). De aquí en adelante todas las referen- cias a la obra de García Márquez corresponden a la edición reciente de 2015, a excepción de las citas pertenecientes a la crónica sobre Hungría, cuyas referencias atañen también a la publicación colombiana de 1982. Se aclara, en el segmento pertinente, la obra citada en cada caso.

6 “Herr Wolf se rió. ‘Eso dicen todos los extranjeros —replicó—. Yo quisiera verlos aquí en un día de elecciones’. Tal vez nadie podía entenderlo mejor que un colombiano. El orden público en Alemania Oriental se parece mucho al de Colombia en los tiempos de la perse- cución política. La población tiene terror a la policía.” (García Márquez, 2015: 36). “Desde la primera botella de cognac empezó a burlarse de la situación. Su esposa nos preparó un café imposible con sabor de chicoria. ‘Está preparado de mala fe’, dije yo, para provocar a herr Wolf. ‘Me perdonan —replicó él muerto de risa—. Esa porquería es lo único que se encuentra en Alemania’. Yo sabía que era cierto. Desde nuestra llegada a Leipzig habíamos renunciado al café” (p. 34).


Márquez, 2015: 41).


Consecuente con dicha colocación, la mirada indagadora del cronista no se focaliza tanto en los acontecimientos ni en las fuentes oficiales7 como en los escenarios y en las voces anónimas que desde los márgenes del sistema lo incre- pan. Se puede establecer en esta dirección la dimensión política que los textos de García Márquez adquieren, si entendemos “lo político” en el sentido que el escritor Martín Caparrós le confiere a esta expresión cuando habla de la crónica latinoamericana:


La información —tal como existe— consiste en decirle a muchísima gente qué le pasa a muy poca: la que tiene poder. (…).


La crónica se rebela contra eso —cuando intenta mostrar, en sus historias, la vida de todos, de cualquiera: (…). La crónica es un modo de pararse frente a la información y su política del mundo: una manera de decir al mundo también puede ser otro. La crónica es política (Caparrós, 2007: 11).


El despliegue de una mirada personal del cronista se conjuga en estos textos con la imposibilidad para ofrecer un relato acabado acerca del mundo soviético y del resto de los países comunistas. A lo largo de las páginas de De viaje por Europa del Este, el “yo” narrador deja plasmadas sus dudas, los interrogantes que no alcanzan una respuesta satisfactoria respecto de esa realidad sociopolítica a la que se enfrenta y en la que se dirime una batalla mediática signada por los dis- cursos propagandísticos tanto a favor como en contra de los países socialistas y capitalistas. A pesar de que expresa empatía con ese socialismo en construcción, emerge en la enunciación cierto desencanto cuando describe cómo vive la gente en la Alemania oriental, o bien cuando alude a la imposibilidad de los húngaros para hablar con libertad por miedo a ser reprimidos por el régimen comunista. Respecto de la primera situación apuntada, la ilustra mediante el bosquejo de un cuadro “patético” cuya escena se desenvuelve en un restaurante:


Nunca olvidaré la entrada en ese restaurante. Fue como darme de bruces contra una realidad para la cual yo no estaba preparado. (…); yo nunca había visto tanto patetismo concentrado en el acto más simple de la vida cotidiana, el desayuno. Un centenar de hombres y


image

7 Es significativo al respecto el simbolismo de la expresión que García Márquez utiliza en referencia a su visita a Moscú: “Yo no quería una Unión Soviética peinada para recibir una visita. A los países, como a las mujeres, hay que conocerlos acabados de levantar” (2015: 43).


mujeres de rostros afligidos, desarrapados, comiendo en abundancia papas y carne y huevos fritos entre un sordo rumor humano y en un salón lleno de humo.


(…)


Franco examinaba la clientela con una expresión deprimida. Hay instantes de la sensibilidad que no se pueden reconstruir y explicar. Aquella gente estaba desayunando con las cosas que constituyen un almuerzo normal en el resto de Europa y compradas a un precio más bajo. Pero era gente estragada, amargada, que consumía sin ningún entusiasmo una espléndida ración matinal de carne y huevos fritos (García Márquez, 2015: 16-17)8.


En su condición de periodista indagador, escudriña, escruta, inquiere hasta el cansancio en búsqueda de respuestas para esa realidad que le resulta un “dispa- rate”, como la incomprensible Berlín cuyo pueblo, a pesar de “haber tomado el poder”, es “un pueblo triste” (p. 26), posiblemente el más triste, advierte, que haya visto jamás. Aunque las certezas resultan provisorias, fundamenta sus premisas en los testimonios de otros latinoamericanos, que, como él, intentan descifrar las contradicciones de la Alemania comunista: “Gracias a ellos, nuestras observacio- nes —que hubieran podido ser subjetivas— se afirmaron sobre bases concretas” (p. 28). En esta línea de argumentación, una metrópoli universitaria como Leipzig resulta a sus ojos una “ciudad triste, con viejos tranvías atestados de gente desarra- pada y deprimida” (p. 26), en contraste con la imagen de Heidelberg, “la ciudad estudiantil de Alemania Occidental” a la que perfila como “impresionante (…) por su diafanidad y su optimismo”.


En ciertas zonas de la obra, el relato parece armarse a partir de testimonios incon- gruentes entre sí, retazos de voces que a primera vista no alcanzan a confluir en una sintonía coral, armónicamente integrada. No obstante ello, predomina la presencia a lo largo de las páginas del libro de una voz narrativa fuerte, capaz de ensamblar las versiones disímiles, como cuando describe la comunidad de Polo- nia, integrada por una cantidad de habitantes que son “católicos y comunistas al mismo tiempo” (p. 78), y, para explicar esa conjunción al parecer inexplicable, repara en los testimonios de dos jóvenes polacos con el fin de ejemplificar aquello


image

8 Franco funciona en el libro como una especie de alter ego del acompañante real de Gar- cía Márquez en su viaje por Europa del Este, este es Plinio Apuleyo Mendoza. Jacqueline, “francesa de origen indochino” (p. 9) es otro de los personajes ficticios creados por García Márquez como compañeros de ruta del cronista. Jacqueline es el correlato de Soledad, la hermana de Apuleyo Mendoza que participa del periplo en la realidad.


que observa como idiosincrásico en el pueblo polaco. Más que por el deseo de inquirir, su modo de proceder se guía por un afán didáctico de dar respuestas y de no generar confusión en un potencial lector, alejado de esa realidad que el cronista tiene ante sus ojos:


No presento el testimonio de Ana Kozlowski como una conclusión definitiva sobre la situación. Me interesa su caso. Creo que los pola- cos están atascados en definir matrices doctrinarios mientras la situa- ción económica adquiere proporciones dramáticas. A veces, por la vehemencia con que exponen los argumentos más simples, produ- cen la impresión de estar inventando la pólvora. (…) Adán Waclawek

—mi intérprete— tenía nociones más claras. (…). Esa claridad es casi excepcional. En los polacos con quienes hablé en Varsoviay después en Moscú y en Budapest, yo creo haber encontrado un principio de confusión (pp. 78-79).


La voluntad de desentrañar las razones de las incongruencias que encuentra en los regímenes socialistas del Este se expresa con claridad en el encuentro que el cro- nista tiene con Moscú, ciudad a la que describe desde una mirada esperanzadora. Una vez muerto Stalin, asoma a sus ojos el arrojo renovador de la nueva dirigencia soviética, liderada por Nikita Khrushchev, y la madurez política del pueblo, dos aspectos de la realidad que el narrador juzga como positivos y lo habilitan para afirmar que “el hombre soviético empieza a cansarse de los contrastes” (p. 129)9. Desde esa posición empática con la nueva realidad de la URSS, se afana por explicar al lector las razones de las incongruencias que él avizora. Considera así que el desarrollo de la industria pesada no fue acompañado del crecimiento de la industria de artículos de consumo; del mismo modo, aduce que la desinfor- mación de los soviéticos respecto de la política internacional está compensada por “un asombroso conocimiento general de la situación interna” (p. 117), como también que la moral soviética basada en la unidad familiar y “defendida por una legislación férrea” (p. 123) se parece, a pesar de que se lo niegue, a la moral cristiana. Ve con buenos ojos e incluso justifica los fenómenos soviéticos que a simple vista pueden tildarse como regresivos a ojos de los hombres insertos en el capitalismo occidental10.


image

9 La expresión entrecomillada titula a la vez una de las crónicas recogida en la obra.

10 “El viejo chiste norteamericano de que los soviéticos se atribuyen la invención de las co- sas más simples, desde el tenedor hasta el teléfono, tiene en realidad su explicación. Mien- tras la civilización occidental se abría paso a través del siglo XX, con los espectaculares progresos de la técnica, los soviéticos trataban de resolver solos sus problemas elementales, a puertas cerradas” (pp. 132-133). “La realidad de la Unión Soviética se comprende mejor cuando se descubre que el progreso se desarrolló en sentido contrario. La preocupación


Lo desarrollado más arriba respecto de la visita del cronista a la URSS, habilita para afirmar, coincidiendo en este aspecto con Gilard (1983), que la mirada del narrador en los textos es crítica al tiempo que positiva. Lejos de instituirse como una paradoja, dicha valora- ción debe ser interpretada a la luz del contexto latinoamericano de la década de 1960. En esta dirección, puede establecerse que Gar- cía Márquez experimentaba en el período un proceso similar al de muchos intelectuales del semicontinente que veían con ojos críticos el predominio soviético y las intervenciones militares de la URSS en países como Polonia, pero que no por eso invalidaban al comunismo y al socialismo en tanto regímenes más justos y democráticos que el capitalismo norteamericano.


Siguiendo dicha línea de argumentación, es posible precisar que los análisis de la situación soviética que el cronista elabora a partir de su visita a Moscú, resultan próximos a los que en los años sesentas adoptarán en Latinoamérica muchos de los intelectuales de izquierda que apoyan la Revolución cubana. Como se conoce, el propio García Márquez experimenta en el período un acercamiento al socialismo cubano y a los líderes de la insurrección fidelista, aun cuando, según lo señalado por Gilard (1983), al autor le resultan discutibles las condiciones en que se estableció “la sentencia de muerte contra uno de los más terribles crimina- les de la tiranía batistiana” (p. 784), Jesús Sosa Blanco, quien fuera fusilado el 18 de febrero de 1959 luego del juicio revolucionario llevado a cabo por el nuevo gobierno en Cuba. En ese entonces, García Márquez, invitado por el régimen revolucionario para presenciar el proceso contra Sosa Blanco, acude a la isla junto a su amigo Apuleyo Mendoza y regresa a su país natal como reportero de Prensa Latina, una agencia de noticias con sede en La Habana, impulsada por Fidel Cas- tro y el argentino Jorge Ricardo Masetti, quien fuera también su primer director.


La confianza depositada en la Revolución cubana, en tanto horizonte de referen- cia, va de la mano en García Márquez, como en otros escritores de la izquierda bogotana, de un alejamiento del Partido Comunista colombiano11. Esto se enmarca



image

primordial de los gobernantes revolucionarios fue alimentar al pueblo. Hay que creer, con la misma buena fe con que hemos creído las cosas desfavorables, que en la Unión Soviética no hay hambre ni desempleo. Al contrario, es una especie de obsesión nacional la falta de mano de obra” (p. 133).

11 Respecto de este punto, Gilard da cuenta del rol desempeñado por la revista colombiana Acción Liberal, fundada en 1960 y cuya dirección fue asumida conjuntamente por García Márquez y Apuleyo Mendoza: “Era en realidad una actividad más que se desarrollaba en el seno de Prensa Latina. En 1960 se trataba de crear las condiciones para que empezara a existir y a estructurarse una izquierda amplia que estuviera acorde con los tiempos que vivía


indudablemente en el clima de época del período, atravesado en términos william- sianos por una “estructura de sentimiento” (cfr. Williams, 2000)12 en la que priman la cultura política y la conciencia social revolucionaria que impele a los intelec- tuales a combatir las “verdades oficiales”. En tal sentido, la actitud crítica respecto de las dirigencias ortodoxas de los Partidos Comunistas nacionales y el quiebre con los lineamientos culturales del PC soviético, son dos aspectos presentes en las izquierdas sesentistas de los diferentes países latinoamericanos13.


En los textos sobre Moscú, la mirada esperanzadora que, según se mostró más arriba, el narrador deposita respecto del nuevo régimen de gobierno erigido des- pués de la muerte de Stalin, debe ser leída precisamente en el contexto de una época que, al decir de Claudia Gilman, está atravesada por “una misma problemá- tica: la valorización de la política y la expectativa revolucionaria” (2003: 38). Esto impele al cronista a registrar con ojos positivos el proceso desarrollado en la URSS hacia la segunda mitad del decenio de 1950. Tal presunción toma fuerza cuando se tiene en cuenta el momento de reescritura de las crónicas sobre la URSS, que, de acuerdo con las indagaciones de Gilard, corresponde al año 195914.


image

el continente. La solidaridad con la Revolución Cubana, aún no definida ideológicamente, era uno de los planteamientos básicos de Acción Liberal. Para entonces no se advierten ya relaciones con el Partido Comunista. Es posible que la reflexión sobre los países socialistas, sobre la muerte de Nagy, y sobre la incipiente Revolución Cubana, haya llevado a García Márquez a cuestionar la línea del PC colombiano y sus vínculos propios con este. Algo, de todos modos, produjo entre 1955 y 1959 o 1960 el distanciamiento crítico, pero fraterno, que se observa hasta finales de los años setenta” (1983: 49).

12 En Marxismo y literatura (2000), Raymond Williams formula, como se sabe, el término de “estructura del sentir” para estudiar la conciencia social de un período en el momento mis- mo de su formación y desarrollo, es decir, antes de que cristalice en formas fijas, definidas. Así, considera que esta noción es adecuada para abordar tanto el pasado como el presente, en la medida en que puede dar cuenta de la “conciencia práctica” de un momento históri- co, esto es: “lo que verdaderamente se está viviendo, no solo lo que se piensa que se está viviendo” (Williams, 2000: 153).

13 Hemos estudiado este aspecto de las izquierdas latinoamericanas y sobre todo argentinas de la década de 1960 en nuestra tesis de doctorado titulada Literatura y praxis revoluciona- ria en Argentina: las décadas de 1960 y 1970. El caso de Francisco Urondo (inédita, 2009). A partir de trabajos ya clásicos sobre la etapa de los sesentas en Argentina (Oscar Terán, 1991; Silvia Sigal, 1991, entre otros), pudimos delinear los núcleos ideológicos del sector cultural e intelectual que Terán singulariza con el término “nueva izquierda”. Con esta úl- tima denominación, Terán hace referencia a la emergencia de un conjunto de intelectuales que, desde el interior de las corrientes marxistas, impugnan el dogmatismo y el esquematis- mo de los enfoques teóricos avalados por el “tronco de la izquierda tradicional conformado básicamente por los partidos Socialista y Comunista” (Terán, 1991: 95).

14 Como se explica más abajo, la versión de las crónicas sobre la URSS con la que se cuenta actualmente es la correspondiente a la de 1959, producto de una reescritura del propio García Márquez de las originalmente elaboradas hacia 1957.


A partir de lo antes descripto, postulamos que las circunstancias consignadas, si bien condicionan la narración, no la debilitan; por el contrario, la fortalecen en la medida en que el autor sustenta su relato en una ética de la escritura: el cro- nista no finge frente a su lector que su escrito es “transparente”. En este sentido, se hace cargo de su “primera persona”, de su “mirada”, y esta aceptación de su intermediación conforma el punto de referencia que le permite al lector depositar su confianza en el narrador que dice “existo, estoy, yo no te engaño” (Caparrós, 2007: 7).


Aproximaciones y diferencias: la lectura de las crónicas a más de 35 años de su primera edición en libro. En torno a “Yo visité Hungría”


La evocación del caso húngaro insinúa que en el socialismo todo se puede enmen- dar, que nada está fuera del alcance de la voluntad humana, que todo problema puede resolverse políticamente, y ello pese a la siniestra impresión que dejaba una ciudad estragada por los combates de 1956 (Gilard, 1983: 32).


La visita de García Márquez a Hungría en agosto de 1957 da lugar a la escritura de la crónica que cierra la serie titulada 90 días en la cortina de hierro. Inicial- mente publicada por la revista venezolana Momento en noviembre de ese mismo año, la fecha de elaboración del texto coincide con la de la estancia del autor en Francia. En palabras del propio García Márquez, ocurrió “en el otoño de 1957, en una chambre de bonne de Neuilly” (citado en Gilard, 1983: 29)15. Para ese entonces, Gustavo Rojas Pinilla ya había abandonado el poder en Colombia, pero García Márquez decide permanecer en Europa hasta finales de diciembre de 1957, momento en que Apuleyo Mendoza le ofrece desde Caracas integrarse a la redacción del semanario Momento.


A diferencia de las crónicas sobre la URSS, que según hipotetiza Gilard (1983) fueron publicadas hacia 1957 en Momento y reelaboradas en 1959 para la colom- biana Cromos, el texto titulado “Yo visité Hungría” parece haber permanecido idéntico en ambas ediciones, de forma tal que no habría sufrido modificaciones en los dos años transcurridos entre el viaje de García Márquez a la Europa socialista y la aparición de la serie completa en Colombia. Esta crónica permaneció también sin cambios sustantivos, al menos en lo que a su estructura se refiere, en la primera edición en libro de 1978. Por ello justamente llama la atención la mutilación que el relato recibe en el volumen más reciente de 2015.


La fragmentación operada sobre la versión original no devendría en objeto de aná- lisis si no fuera porque el corte asestado al texto conlleva también una mutilación


image

15 El destacado es del autor.


de sentido. En efecto, si leemos el relato de 2015 a la luz de la obra inaugural, encontramos que el alcance difiere notablemente en uno y en otro relato, al menos en lo que a la mirada del cronista respecta. Mientras que en el escrito de reciente publicación asoma una visión desencantada por parte del narrador, respecto tanto del proceso húngaro como del líder comunista instalado por entonces en el poder, en la narración de 1978 tal perspectiva resulta matizada y se alterna en el texto con una mirada esperanzada acerca de la realidad húngara erigida después de 1956.


Si tomamos en cuenta la versión más extensa de la crónica aquí estudiada, pode- mos postular que el “caso húngaro” representa en García Márquez el testimonio dejado por un peregrino que, sobre la base de “las categorías de experiencia y verdad” (Pagni, 1992: 263), intenta dar cuenta de las particularidades descubier- tas y las vivencias experimentadas en un país con un socialismo incipiente y, por ello mismo, aún intrincado. Según se desprende del análisis del propio texto, advertimos que el cronista dirige una mirada a la Hungría comunista de 1957 pasible de ser definida en los términos de “fraterna” o “amistosa”, aunque no por ello necesariamente complaciente. En tal sentido, las críticas al gobierno de Janos Kadar —presidente del consejo de Hungría a partir de 1956— manifiestas en el relato, no clausuran el optimismo del narrador respecto de la posibilidad de fun- cionamiento de un régimen comunista autónomo y más abierto que el impuesto por la Unión Soviética hacia mediados de 1950.


La evaluación arriba delineada se mantiene firme cuando tomamos en cuenta la totalidad de los segmentos que integran esta crónica, subdividida originalmente en siete parágrafos: 1. el que abre la crónica no lleva título; 2. “Más colas para la lotería que para el pan”; 3. “Una prostituta me dice: ‘Yo era estudiante comu- nista’”; 4.“Kadar: ‘Yo sé que muy pocos quieren a mi gobierno’”; 5. “Todo hombre con zapatos amarillos, fue linchado”; 6. “Un funcionario comunista me dijo: su reportaje nos perjudica pero tal vez nos sirva!”; 7. “De cada cien obreros, diez llevan ametralladoras”. De todos ellos, solo los dos primeros se publican en la edición de 2015, atenta a los problemas que el narrador expone a su llegada al país húngaro, cuando vigilado por “intérpretes” —o, irónicamente llamados por él mismo, “ángeles guardianes”— no logra burlar la custodia oficial para explorar por sus propios medios la realidad comunista:


Maurice Meyer agradeció la invitación en nombre de todos, pero dio a entender que las experiencias turísticas nos interesaban muy poco. Nosotros queríamos otra cosa: saber qué pasó en Hungría, a ciencia cierta y sin mixtificaciones políticas, y darnos cuenta de la situación actual del país. El intérprete respondió que el gobierno de Kadar haría todo lo posible por complacernos. Eran las tres de la tarde del 4 de agosto. A las 10.30 de la noche llegamos a la desierta estación


de Budapest, donde nos esperó un grupo de hombres aturdidos, enérgicos, que nos escoltó durante quince días e hizo todo lo posible para impedir que nos formáramos una idea concreta de la situación (García Márquez, 2015: 140).


El impedimento de hablar con los habitantes húngaros, impuesto por los intér- pretes gubernamentales a los integrantes de la delegación occidental, es objetado con dureza por el cronista, quien observa asimismo en la población una actitud general de desconfianza hacia el extranjero y de miedo a opinar abiertamente sobre el régimen. Imposibilitado de conocer el sentir genuino de los ciudadanos húngaros a partir de sus declaraciones directas, acude a “voces” alternativas, las que no se desprenden de la oralidad, sino de las inscripciones registradas en luga- res impensados quizás para el turista que está de paso. La recurrencia a esas voces “otras” da cuenta de un narrador sensible a —o conocedor de— la materialidad consuetudinaria, un observador atento a los escenarios susceptibles de registrar las verdades no oficiales escondidas bajo la forma de inscripciones anónimas:


Yo hice el recorrido de esos bares al anochecer y comprobé que a pesar del régimen de fuerza, de la intervención soviética y de la aparente tranquilidad que reina en el país, el germen de la subleva- ción continúa vivo. (…) cuando la gente se calla —por miedo o por prejuicio— hay que entrar a los sanitarios para saber lo que piensa. Allí encontré lo que buscaba: entre los dibujos pornográficos, ya clásicos en todos los orinales del mundo, había letreros con el nom- bre de Kadar, en una protesta anónima pero extraordinariamente significativa. Estos letreros constituyen un testimonio válido sobre la situación húngara: “Kadar, asesino del pueblo”, “Kadar, traidor”, “Kadar, perro de presa de los rusos” (p. 147).


La desazón experimentada por el cronista, y su mirada en extremo crítica del régimen comunista implantado en Hungría, se revierte en parte hacia el segmento tres, que, recogido en la edición colombiana, versa sobre el testimonio de una estudiante devenida en prostituta. Más allá de las declaraciones aportadas por la estudiante, la escritura da cuenta de un cambio de perspectiva por parte del narrador, quien alude a la humanización de los intérpretes y a una atmósfera de libertad propicia para el intercambio franco con los miembros del comité cen- tral del Partido Comunista. En ese contexto es que el 20 de agosto asiste, junto a otros miembros de la comitiva extranjera, a un discurso del dirigente a quien antes caracterizaba como “asesino” y “traidor”. Lejos de ese retrato, el líder Janos Kadar es ahora perfilado como un “hombre doméstico y bueno”, cuya apariencia se asemeja a la de “un auténtico obrero” o un “hombre que va los domingos al


jardín zoológico a tirar cacahuetes a los elefantes” (García Márquez, 1982 [1978]: 199)16. Consciente de que “muy poca gente quiere a [su] gobierno” (p. 199), Kadar se muestra como el dirigente comunista dispuesto a sacrificar su buena imagen en pos de la causa húngara. Matizando la perspectiva desplegada en los segmentos anteriores, el cronista se atreve a hipotetizar que “en otras circunstancias, Janos Kadar habría sido el hombre de Hungría” (p. 200), pero que en la situación de ese momento histórico particular su polémica actuación, objeto de rechazo por parte del pueblo, se ve justificada por “circunstancias de una dificultad colosal”: si Kadar no hubiera llamado a las tropas soviéticas, advierte el cronista, “ni el partido comunista, ni nada que se parezca a la democracia estuviera ahora en el poder” (p. 200). En sintonía con ello, evalúa que la maniobra “irreflexiva, atolon- drada” que en su momento permitió el ascenso de Kadar en demérito del poder de Imred Nagy, bajo la anuencia del régimen soviético, si bien constituyó “un golpe de estado”, parece haberse erigido como necesario para obtener el control de la situación del pueblo húngaro, actor que por entonces “no estaba definitivamente contra el socialismo sino contra el régimen de opresión” (p. 204).


Lo anteriormente reseñado no es óbice para que en el segmento, titulado “De cada cien obreros, diez llevan ametralladoras”, vuelvan a emerger las críticas al sistema represivo y de delación impuesto por Kadar, el que a ojos del cronista resulta “sencillamente monstruoso” en la medida en que “nadie tiene confianza de nadie” (p. 207). Es a partir de este aspecto que el narrador se esfuerza por des- lindar lo que a primera vista puede parecer un mismo fenómeno ante el mundo occidental. Recurriendo a la voz de estudiantes universitarios inconformes con el régimen húngaro, diferencia al marxismo del comunismo soviético: “Nosotros somos marxistas porque hemos estudiado por nuestra propia cuenta. Participamos en la revuelta de octubre porque una cosa es el marxismo y otra cosa es la ocupa- ción rusa y el régimen de terror de Rakoszi” (p. 208). La dirección que imprime a su relato a partir de ese punto retoma la interpretación ya esbozada de la actua- ción de Kadar: el líder comunista tuvo que renunciar a sus convicciones para salir adelante, pero como “el pueblo no le perdona que haya apelado a los rusos, (…), tiene que meter gente a la cárcel y sostener contra sus principios un régimen de terror más atroz que el anterior que él mismo había combatido” (p. 208).


Al concluir el reportaje, el cronista establece finalmente los términos en los que aspira a que su relato sea leído y afirma que escribirá de “forma cruda y destapada” acerca del proceso húngaro. Esto, que puede interpretarse como un guiño cómplice al lector, conlleva también a ojos del narrador, la anuencia de los propios dirigentes comunistas. En esta dirección, operan en el discurso las palabras de un funcionario citadas por el cronista al cierre de su relato, cuando en referencia al trabajo del reportero, admite: “—nos ocasionará un grave perjuicio, (…). Pero tal vez nos ayude


image

16 Desde aquí hasta el final del artículo, las citas corresponden a la versión colombiana de 1982.


a bajarnos del potro” (p. 208). Son justamente esas palabras las que habilitan a pensar en la dirección que el autor de De viaje por los países socialistas se propone imprimir a su texto, pasible de ser pensado como una “obra incómoda” al tiempo que impres- cindible para dar cuenta de una realidad lejana a ojos del lector latinoamericano.


A modo de cierre


El recorrido delineado a lo largo del presente artículo, destinado al abordaje de las crónicas de viaje escritas por García Márquez a propósito de la travesía del autor emprendida en junio de 1957 hacia los países de la Europa socialista, permitió revisitar una zona de la obra periodística del escritor colombiano que no había sido anteriormente abordada en profundidad desde la perspectiva aquí propuesta. Según se expuso, la puesta en diálogo del volumen editado en 2015 con la publi- cación de 1978 posibilitó indagar en las crónicas con el fin de inquirir al sujeto que asoma en la superficie de los textos en tanto figura narrativa íntimamente ligada al contexto geocultural en el que produce su escritura. El cotejo realizado estuvo destinado sobre todo a deslindar las diferencias expuestas por la mirada del narrador en los mencionados volúmenes, a partir del análisis de la crónica titulada “Yo visité Hungría”, que cierra las dos ediciones trabajadas y que da cuenta de las tensiones que atraviesan al sujeto cronista en su vinculación con la realidad descripta. De acuerdo con ello, la versión colombiana de la obra expone una perspectiva del cronista que incursiona en la espesura de lo real mediante preguntas que no alcanzan a ser respondidas de manera simple. En una coyun- tura atravesada por lecturas binarias y escindidas, el narrador de las crónicas por la Europa socialista escudriña en los intersticios de esa experiencia para ofrecer al potencial lector una dimensión complejizada de una realidad que hasta hoy dirime encarnizadas disputas entre posiciones aparentemente irreconciliables.


Fuentes


García Márquez, Gabriel (1982), De viaje por los países socialistas. 90 días en la “Cortina de Hierro”, Bogotá, La Oveja Negra, [1978].


----- (2015), De viaje por Europa del Este, Buenos Aires, Sudamericana.


Bibliografía referida


Angulo Daneri, Toño (2 de enero de 2016), “Gabo y el Homo sovieticus”, ABC cultural, [disponible en http://www.abc.es/cultura/cultural/abci-viaje-europa-este- gabo-y-homo-sovieticus-201601050452_noticia.html].


Bonano, Mariana (2009), Literatura y praxis revolucionaria en Argentina: las décadas de 1960 y 1970. El caso de Francisco Urondo, Tesis de doctorado no publicada, Tucumán, Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán.


Caparrós, Martín (2007), “Prólogo. Por la crónica”, en Tomas, Maximiliano (comp.), La Argentina crónica. Historias reales de un país al límite, Buenos Aires, Planeta, pp. 7-16.


Gilman, Claudia (2003), Entre la pluma y el fusil. Debates y dilemas del escritor revolucionario en América Latina, Buenos Aires, Siglo XXI.


Gilard, Jacques (1982), “Prólogo”, en García Márquez, Gabriel, Obra periodística I: Textos costeños, Barcelona, Bruguera, pp. 15-66.


----- (1983), “Prólogo”, en García Márquez, Gabriel, Obra periodística III. De Europa y América (1955-1960), Barcelona, Bruguera, pp. 5-52.


Méndez, José Luis (2000), Cómo leer a García Márquez. Una interpretación socio- lógica, Puerto Rico, Editorial de la Universidad de Puerto Rico.


Pagni, Andrea (1992), “Escrituras cruzadas: viajeros franceses al Río de la Plata y rioplatenses a Europa a mediados del siglo XIX”, Dispositio, XVII/ 42-43, pp. 263-282.


Sigal, Silvia (1991), Intelectuales y poder en la década del sesenta, Buenos Aires, Punto sur.


Terán, Oscar (1991), Nuestros años sesentas. La formación de la nueva izquierda intelectual en la Argentina, 1956-1966, Buenos Aires, Punto sur.


Valcárcel, Eva (1997), “Doce cuentos peregrinos, de Gabriel García Márquez. Reflexión en torno a la experiencia del viaje”, en Valcárcel, Eva (ed.), El cuento hispanoamericano del siglo XX. Teoría y práctica, Universidade da Coruña, pp. 369-381, [disponible en http://ruc.udc.es/dspace/handle/2183/9741- consultado el 01 de diciembre de 2017].


Williams, Raymond (2000), Marxismo y literatura, Barcelona, Península.