Presentación del dossier

Cuba: una prospección cultural

Dámaris Puñales-Alpízar*

Dos de los temas centrales que rondan la producción cultural cubana de las últimas décadas tienen que ver, por una parte, con la reconfiguración de los mecanismos de legitimación de esa producción y, por la otra, con la aparición de un sujeto transnacional que desafía los límites físicos de la nación, o, para decirlo en palabras de Iraida López, el desarrollo de una “cultura sin país”.

Como bien demuestran los artículos que conforman el presente dossier, este sujeto transnacional no está definido tanto por su ubicación geográfica precisa en un momento dado, sino más bien por su pertenencia a una comunidad global de productores y consumidores de arte en un espacio “desfronterizado”. Sin embargo, pese a este escenario global, muchas veces la producción de esos sujetos sigue estando determinada, en diferentes grados, por la marca “Cuba”.

Los seis artículos que ahora se presentan analizan estos dos aspectos de la producción cultural, así como la expansión de las prácticas ciudadanas al espacio digital, desde diferentes ángulos, a la vez que cuestionan la idea de excepcionalidad que ha formado parte del imaginario social cubano por mucho tiempo. Todos los autores coinciden, de una u otra manera, en señalar que el acceso a internet, con todos los problemas que pueda tener en el caso cubano, vino a desestabilizar, hasta cierto punto, esa misma condición de excepcionalidad, al abrir Cuba al mundo mientras que al mismo tiempo el mundo penetra Cuba. En este sentido, una cuestión epistemológica que cruza todos estos artículos es la pregunta por la incidencia de los nuevos formatos digitales de producción, transmisión y consumo de la cultura y el nuevo periodismo en la Cuba de hoy, al margen del control estatal, y sus repercusiones en la aparición de ese sujeto transnacional que se mencionaba apenas unas líneas atrás.

Pese a las limitaciones tecnológicas de la isla —que es uno de los temas que con más frecuencia aparece al analizar el acceso cubano a internet—, todos los artículos reunidos aquí coinciden en señalar, desde diferentes perspectivas, que la ciudadanía digital cubana no solo ha cambiado el archivo literario y cultural, sino que lo ha expandido fuera de las fronteras de la isla.

Si durante muchos años el estado cubano pudo controlar el discurso público de la nación —tanto el político como el cultural—, y erigirse como único sitio de legitimación posible para tal discurso, desde finales del siglo XX se ha ido produciendo, cada vez más, una pérdida del control estatal sobre la producción de los múltiples discursos de y sobre la nación. Como bien apuntan estos artículos, los dos factores catalizadores de esta pérdida paulatina pero inevitable del control estatal fueron el fin del campo socialista a principios de los noventa —y la entonces urgencia del gobierno por sobrevivir política y administrativamente— y la irrupción de internet en la isla, sobre todo a partir del 2013, cuando se tomaron pasos significativos para regularizar su acceso “público y masivo”.

Esta reconfiguración de la cultura cubana desborda los límites geográficos e ideológicos de la isla y desestabiliza los parámetros tradicionales que desde 1961, pero sobre todo desde 1971, han marcado la política cultural al crear una división ambigua pero efectiva entre el adentro y el afuera, entre el a favor de la revolución y el en contra. Se produce así una quebradura en la (falsa) noción de una cubanidad homogénea, y se establecen formas de diálogo al margen del estado y de las fronteras geográficas.

En su artículo “Estación Miami: la experiencia diaspórica en crónicas de Legna Rodríguez Iglesias”, Arturo Matute-Castro analiza la dispersión global de los escritores cubanos, a partir del caso particular de la escritura a medio camino entre el testimonio y la literatura de Legna Rodríguez Iglesias desde Miami, publicada en la revista digital El Estornudo. Matute-Castro considera estas crónicas como un ejemplo de las complicadas relaciones del sujeto migrante con el espacio donde va construyendo, necesariamente, una nueva identidad, un nuevo mapa de intereses y referencias existenciales que —en el caso de aquellos que gravitan en el campo de las artes, la literatura o el periodismo— son compartidas con el lector en el contexto de una de las narrativas dominantes en la actualidad, la del sujeto transnacional. Al mismo tiempo, este circuito digital de producción y consumo de nuevos contenidos altamente politizados en el que se inserta la escritura de Rodríguez Iglesias, al margen del gobierno cubano, desborda los binarismos artificiales del fuera/dentro, local/global, cubano/exiliado, nacional/extranjero, autenticidad/ilegitimidad.

En este mismo sentido, Tania Pérez-Cano, en su artículo Athena: nuevas armas para una diosa antigua, o los nuevos territorios de la historieta cubana”, explora cómo las relaciones creativas y de trabajo de una dupla de artistas —de los cuales uno aún vive en la isla y el otro en los Estados Unidos— se insertan en un nuevo circuito transnacional de circulación de discursos artísticos. Athena es el primer webcomic cubano escrito en inglés creado por estos dos artistas: Just-Swamp, quien vive en Syracuse, New York, y Cruces-Pérez, residente en La Habana. A partir de este ejemplo, Pérez-Cano analiza cómo las generaciones más jóvenes de historietistas cubanos se distancian de los patrones político-ideológicos que definieron al cómic después de 1959. Si durante mucho tiempo el arte y la cultura fueron instrumentos de propaganda y educación de la población, la diáspora de los noventa generó nuevas sensibilidades, nuevas formas de intercambio entre el “adentro” y el “afuera”, nuevas formas de legitimación del artista, que no pasan por los canales oficiales o por el gobierno y la cultura oficial.

En “Atentos amantes: memoria, estigma y control en la narrativa de Ahmel Echevarría”, Emilio Gallardo-Saborido enfoca su estudio en el contrapunteo entre realidad y literatura presente en gran parte de la producción literaria de los últimos años, y en el impacto que la década del setenta y las políticas culturales trazadas en esa época tuvieron en el devenir literario de la nación. Un aspecto fundamental que señala Gallardo-Saborido al estudiar en particular la novela La Noria (2013) de Ahmel Echevarría es la necesidad manifiesta de muchos escritores contemporáneos de recuperar la memoria intelectual del período de más infausto recuerdo de la política cultural cubana: el Quinquenio Gris, 1971-1976. Una estrategia escritural para la recuperación de esa memoria es la ficcionalización de la situación de marginación sufrida por distintos escritores en ese período.

Mabel Cuesta, en “Paisajes audiovisuales y musicales lésbicos en el siglo XXI cubano: didactismo y violencia”, también alude a esa reconfiguración de la sociedad civil cubana a partir de su entrada a las redes digitales, lo que ha facilitado la visibilidad de discursos, debates y reclamos largamente silenciados en la isla. A partir del análisis de cuatro materiales audiovisuales —”Paxupe”, “Pensando” (ambos del 2016), “Ser de sol“ (2012) y “Casanova, Cecilia Valdés y la Bella Durmiente” (2015)—, Cuesta enfatiza la perpetuación de posturas falocéntricas y rígidas que aún persisten con respecto a la diversidad sexual. En este caso particular, se refiere a la continua negación de agencia impuesta al cuerpo lésbico, pero también a cómo se atisban, tenuemente todavía, ciertos hilos de esperanza a partir de la movilización en las redes sociales y otras formas de conectividad y representación mediática.

En “Una dilatada bienvenida a la ‘normalidad’. Prácticas online en Cuba”, Xenia Reloba de la Cruz analiza, a partir de un estudio de campo realizado por ella en el verano del 2018 en La Habana, las prácticas alternativas e irregulares para el acceso a contenidos informativos y de conexión, y cómo la masividad de la internet en la isla está rearticulando imaginarios sociales de los cubanos históricamente ligados con la identidad; imaginarios sobre “ser moderno”, pertenecer al mundo, vencer el aislamiento geopolítico y contar con alternativas que “normalicen” la situación de los cubanos con respecto a la información. Aunque las marcas de excepcionalidad continúan formando parte del paradigma de “lo cubano”, la búsqueda de una indefinida normalidad sigue siendo una aspiración implícita de los cubanos, concluye Reloba de la Cruz.

Damaris Puñales-Alpízar, en “Muñeco para armar: un personaje literario llamado Fidel Castro”, explora, a partir de dos novelas específicas, Días de entrenamiento (2012), de Ahmel Echeverría, y Archivo (2015), de Jorge Enrique Lage, tres transformaciones esenciales en la producción literaria de los últimos años: la atomización y el desvanecimiento del sitio de enunciación de la literatura cubana; la permanencia y persistencia escritural en la isla de autores cuya obra podría ser considerada “incómoda” por parte del discurso oficial; y la transformación, dentro de Cuba, de la carga simbólica otorgada a la figura (histórica y literaria) de Fidel Castro. Esta última mutación, por una parte, es la que mejor simboliza uno de los cambios más drásticos de la producción literaria cubana: la desacralización de personalidades históricas, en particular del exlíder cubano, por autores que siguen residiendo en la isla. Por otra parte, se inscribe dentro de las prácticas impulsadas en esa red de comunidades transnacionales de las que se hablaba antes.

Estas seis propuestas que se presentan en el dossier, por supuesto, no son las únicas coordenadas posibles para entender la producción audiovisual, gráfica y literaria y su contexto en una Cuba contemporánea más digitalizada, pero sí pueden servir para entender los nuevos rumbos del quehacer creativo cubano, y cómo se perfila el presente e incluso el futuro de la cultura en la isla.

Cuadernos del Sur - Letras 50 (2020), 7-10, E-ISSN 2362-2970

* Case Western Reserve University, Cleveland, Ohio. Correo electrónico: dxp204@case.edu.

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