El proyecto de Marechal en las revistas. Variaciones sobre poética y nacionalismo
Mariela Blanco*
Cuadernos del Sur - Letras 52 (2022), 11-30, E-ISSN 2362-2970
El trabajo se propone estudiar la participación de Marechal en las revistas entre los años 20 y 40. El problema recortado en este artículo se desprende de una investigación anterior centrada en indagar el nacionalismo como factor de disyunción entre las escrituras de Borges y Marechal. El estudio de las revistas permite comprobar la importancia de los medios gráficos como espacios de socialización, no solo por sus circuitos propios sino también por su vínculo con las editoriales en las que el escritor dio a conocer sus primeros libros. Además, permite seguir constatando que su creciente simpatía hacia el hispanismo como modelo cultural para América fue un factor de diferenciación con el grupo martinfierrista con el que anteriormente había compartido el proyecto de imaginar la nación. Se concluye que Libra y Sol y Luna son las dos revistas en las que esta nueva variante del nacionalismo se hace más evidente, además de ser los soportes en los que Marechal comienza a reflexionar sobre el pueblo desde una perspectiva política.
Palabras clave
Marechal
revistas
nacionalismo
Fecha de recepción
27 de junio de 2022
Aceptado para su publicación
22 de septiembre de 2022
* CONICET-Universidad Nacional de Mar del Plata. Correo electrónico: marielacblanco@yahoo.com.ar.
Resumen
Here, I propose to study Marechal’s collaborations with several magazines between 1920 and 1940. The question addressed in this article is part of a broader research project on nationalism, as a contributing factor to the divergence between Borges and Marechal’s work. Studying these magazines underlines the importance of graphic media as spaces of socialization, not only in terms of the networks they involve but also owing to their close relationship with publishers, such as those that brought out Marechal’s first books. Furthermore, through these publications we can trace how Marechal’s growing interest in Hispanism, as a cultural model for America, distanced him from his colleagues in Martin Fierro, with whom he had earlier undertaken the project of imagining the nation. I conclude that it is in the magazines Libra and Sol y Luna that this new variant of nationalism begins to come to the fore, and that it is in these pages that Marechal first begins to reflect on the people from a political perspective.
Keywords
Marechal
magazines
nationalism
Abstract
Do
11-30
En 1973, con motivo de su visita a la Capilla Alfonsina en México y la evocación de su relación con Alfonso Reyes, Borges explica el abandono del proyecto de la revista Libra a partir del “nacionalismo” de quienes serían finalmente sus directores, Leopoldo Marechal y Francisco Luis Bernárdez1. En este trabajo, me propongo constatar discursivamente esa hipótesis, demostrando que la política editorial se distingue por imprimir, al impulso vanguardista martinfierrista, una nueva concepción sobre lo nacional, diferente al menos respecto del proyecto criollista del periódico que los aglutinó, junto a Borges y a otros tantos poetas más, en sus primeros pasos. Para eso, indagaré en las variaciones que se advierten en la concepción poética y en el modo de concebir la literatura nacional en la escritura de Marechal desde el periódico Martín Fierro hasta sus colaboraciones en Sol y Luna, pasando por el análisis de sus intervenciones por dos importantes proyectos editoriales, como fueron Libra y Sur.
Al igual que la mayoría de los artistas de las primeras vanguardias argentinas, Marechal sostuvo una intensa participación en revistas en la década del 20. Con otras modulaciones ideológicas, siguió integrando de manera frecuente otros proyectos de revistas en la década del 30, hasta 1946, cuando su simpatía por el justicialismo lo llevó por otros caminos.
Primeros pasos. Revistas y editoriales
Especialmente durante el período de las vanguardias de los años veinte, hablar del mundo de las revistas está estrechamente conectado con el mundo editorial (Delgado y Espósito, 2014). Poner el foco en el caso del proyecto de escritura de Marechal confirma la regla, dado que el escritor publicó su primer libro de poemas, Los Aguiluchos, a través del sello editorial de Manuel Gleizer en 1922, y luego, al año siguiente, trabó vínculos con el grupo que editaba Proa (Marechal M., 2014: 563).
Entre 1923 y 1927, Marechal publicó textos en Caras y Caretas, El hogar, Plus Ultra y Martín Fierro2. En 1926 fue emisario de Martín Fierro en su primer viaje a Europa y, como tal, se reunió con colegas de la Gaceta Literaria y con Ortega y Gasset. En 1927 publicó su segundo libro, Días como flechas, y en 1929, sus Odas para el hombre y la mujer, ambos por el sello de Gleizer, dato que subrayo porque esta será la editorial elegida para imprimir Libra en letra de molde en 1929.
Por otro lado, de estos grupos reunidos a partir de las revistas saldrán no solo los amigos y afectos más estrechos de Marechal, sino también los famosos “camaradas martinfierristas” a los que les dedicará su obra magna, Adán Buenosayres, en su primera edición de 19483.
Marechal volvió a optar por un sello editor ligado a una revista literaria para su siguiente poemario, Laberinto de amor, publicado por Sur en 1935. Cabe destacar que esta editorial lo eligió para dar a conocer su traducción de André Gide et notre temps en 19364.
El ya consagrado poeta reiteró esta modalidad con el título Descenso y ascenso del alma por la belleza en 1939 por Sol y Luna, así como los dos poemarios El Centauro y Sonetos a Sophia en 1940.
Dos conclusiones parciales de toda esta información:
– Los primeros libros de Marechal, compilación de poemas y ensayos, salieron por sellos editoriales vinculados a revistas.
– Marechal fue adquiriendo experiencia como colaborador o miembro de comités editoriales, pero fue ese único número de Libra el espacio en el que se desempeñó como editor responsable a lo largo de toda su extensa trayectoria.
Marechal editor: Libra
Publicada el 22 de agosto de 1929, solo figuraron como directores de Libra Francisco Luis Bernárdez y Leopoldo Marechal. La intención manifiesta era que la revista tuviera una periodicidad trimestral, aunque salió un único número. Se trataba de una propuesta editada por dos jóvenes escritores que se inscribía dentro de la alta cultura; en efecto, a pesar de su juventud, tanto Marechal como Bernárdez ostentaban los laureles que les otorgaba su participación en el movimiento martinfierrista, además de estar respaldados por la firma de Alfonso Reyes en la primera nota.
En su gran edición facsimilar, Rosa Corral incluye un diverso e invaluable material complementario que resulta fundamental para analizar las circunstancias que hicieron posible la publicación y circulación de la revista, al mismo tiempo que permiten arriesgar hipótesis respecto de su interrupción. Su enfoque da cuenta de la enorme trascendencia de la intervención de Alfonso Reyes en el proyecto, pero no solo porque la investigación financiada y publicada gracias a fondos mexicanos tiene un eje en esa figura, sino porque la mayor parte de esas circunstancias se reconstruyeron a partir de documentación albergada en la Capilla Alfonsina, alojada en la casa de Alfonso Reyes.
El primer anuncio del proyecto se encuentra en una carta que Marechal envía desde París al poeta Horacio Schiavo, fechada el 15 de marzo de 1927. Dice allí:
Con Fioravanti, su esposa, Bernárdez y yo, hacemos una vida entusiasta de trabajo, estudio y diversión. (Pepe está aprendiendo el tango). Pensamos salir todos juntos de aquí a mediados de mayo, quizás por España. Pensamos, además, fundar allá una revista de literatura y arte moderno, más seria que “Martín Fierro”. Queremos trabajar en nuestra tierra, con elementos y motivos de nuestro país: es el único camino posible.
Contamos con vos, Bonomi, Ardissono y dos o tres más, a lo sumo: haremos un círculo cerrado y de difícil acceso: es la manera de hacerse valer y respetar. Creo que Gleizer, el nunca desmentido amigo, nos ayudará. Espero que vos seguirás trabajando fuerte: cuando vuelva te hablaré de cosas nuevas y de nuevos problemas purificadores: me siento cada vez más moderno en el sano sentido de la palabra (Corral, 2003: 152).
Lo primero que llama la atención es la ausencia del nombre de Borges en estos planes preliminares, lo cual me aventura a conjeturar que la intervención de Bernárdez fue de mucho peso en la mediación entre Borges y Marechal. Por otro lado, el enfoque en el estudio de Corral también conduce a pensar que Reyes puede haber establecido un puente entre los poetas, dado el respeto que manifestaba por Borges en sus cartas privadas, a quien usualmente calificaba como “el más inteligente” de todos (Corral, 2003: 157).
Por último, me interesa particularmente detenerme en la alusión a “nuestra tierra” y “los elementos y motivos de nuestro país” como “único camino posible”. A partir de este postulado, me propongo indagar, unas líneas más adelante, cómo se refleja este objetivo en las páginas de Libra.
Otra cuestión de relevancia es la de la continuidad o ruptura respecto del proyecto precedente de Martín Fierro. ¿Qué elementos se retomarán y cuáles se dejarán de lado en este nuevo emprendimiento? Y aquí hay que revisar otro supuesto, implícito en el estudio de Lafleur, Provenzano y Alonso (1968), pero antes de eso, en las reseñas que recibió Libra, así como en la lectura de Corral. Baste como ejemplo la lectura de Guillermo de Torre para mostrar esta hipótesis:
Libra (Buenos Aires). He aquí una revista nueva —acaba de aparecer su primer número, perteneciente al trimestre invernal—. Pero que está lejos de poseer los caracteres de coetaneísmo, de sabrosa y vivaz modernidad señaladas en la anterior [Bifur (París)]. No lo deploremos demasiado. Lo interesante tiene un rostro plural. Atengámonos únicamente, para juzgarla con relación a sus fines, al propósito que determinó su nacimiento. Pero acontece que es difícil [saber] cuál pueda ser éste, ya que se nos hurta cualquier declaración o presentación explícita. Su carácter, su valía, habremos, pues, de deducirlos aisladamente de sus textos (Corral, 2003: 177).
Tal como se advierte en este pasaje, De Torre ve defraudadas sus expectativas de un manifiesto en el que se anuncie el propósito de la revista o del movimiento, dando por hecho que Libra fue concebida para recoger el guante vanguardista de su predecesora Martín Fierro. Para sostener la continuidad con la vanguardia, los críticos de ahora y antes apelan al relevante primer artículo de Alfonso Reyes, “Las jitanjáforas”, que abre la revista. El intelectual mexicano retoma allí la idea de la retórica como modo de innovar, de crear nuevas figuras discursivas con el fin de generar nuevas imágenes, muy en sintonía con los postulados creacionistas y ultraístas tantas veces transitados y festejados por los martinfierristas. Pero ¿qué pasa con el resto del contenido, con las otras 75 páginas del número?
En estos años, para Marechal el nacionalismo era una búsqueda. En efecto, el mismo año de esta carta publica un artículo en Martín Fierro en el que planteaba la necesidad de modernizar (elijo un término acorde con el tono de su carta) el estereotipo del ser nacional. Me refiero al artículo “El gaucho y la nueva literatura rioplatense”, publicado en el n° 34, en el que sentencia: “Las letras rioplatenses, tras un discutible propósito de nacionalismo literario, están a punto de adquirir dos enfermedades específicas: el gaucho y el arrabal”, para luego presentar su propuesta:
Nuestra incipiente literatura debe arraigar en el hoy, en esta pura mañana que vivimos. Poseemos junto a nosotros y en nosotros las fuentes vitales a cuyo retorno aspiran hoy las artes fatigadas. Aferrarse a un ayer mezquino como el nuestro es revelación de pobreza y poca fe en nosotros mismos5.
La proyección, la mirada orientada al futuro es una de las marcas vanguardistas de Marechal. En este sentido, podemos pensar en ese Adán que empieza a gestarse en los años 30 como la concreción de ese proyecto, que será luego resignificado en Antígona Vélez (1951) y Megafón, o la guerra (1970).
En el mismo sentido podemos leer los poemas de Libra, en los que los tópicos salientes son la patria y la infancia:
En el primer poema, “Niña de encabritado corazón”, se establece un paralelismo entre la idea de niña y la de patria por los rasgos arquetípicos con que son tratados ambos conceptos. La noción de patria se construye no tanto partiendo de lo dado, sino explorando el potencial modelador del poeta a través de la palabra. El acento puesto en lo nuevo implica cierta “responsabilidad” que recae en “los herreros musicales” que “inventan la ciudad”30, así como el niño alfarero que tiene el poder de dar y quitar vida con sus manos a un pájaro (“Del niño y un pájaro”) (Blanco, 2020a: 57).
Por otro lado, el análisis de la sintaxis de la revista (Sarlo, 1992) pone en evidencia la coherencia entre la extensa nota inicial de Reyes, referida a las jitanjáforas, y el resto del contenido. Vale aclarar que Reyes define esta figura del discurso a través de una larga lista de ejemplos y de una explicación en la que su proceso de gestación —como ya comenté— es homologable al de las imágenes ultraístas, aunque la mirada de Reyes se centre más en el significante que en el significado, adelantando lo que serán las indagaciones kristeveanas sobre el lenguaje poético.
La misma línea, si se quiere, se continúa en el género narrativo a partir de la inclusión del “Prólogo” a la Novela de la “eterna” de Macedonio Fernández, que lleva al extremo, además, el tono lúdico que insinuaba Reyes en su ensayo.
La disrupción está dada por los textos de Bernárdez que marcan otra orientación. Comienzo por su “Philographia”, homenaje en prosa poética autorreferencial a Philographia vniversal de todo el mundo, de los diálogos del poeta medieval portugués Leon Hebreo. Esta pieza resulta interesante en dos sentidos opuestos: por un lado, inscribe una filiación con otros textos de ensoñación urbana —podríamos decir— como Fervor de Buenos Aires y lo que luego será la excursión a Saavedra de Adán Buenosyares, en donde la ciudad aparece filtrada por una atmósfera onírica; por otro lado —al que llamo su “sentido opuesto”— porque, así como se advierte la impronta vanguardista, el rescate de la tradición medieval e hispanista es una marca de este poeta que se observa en la política editorial, que se hace aún más evidente sobre el final del volumen, en la sección miscelánea que dan en llamar “Correo literario” y en la que refieren las novedades del campo literario en distintos formatos. Desde la visita de Keyserling hasta una carta de Menéndez y Pelayo a Octavio Bunge en la que las notas de Bernárdez superan en extensión a las líneas del erudito español, pasando por poemas de Amado Nervo y Mariano Brull, se ve realizado el deseo de Marechal de conformar un espacio discursivo a partir de un “círculo cerrado y de difícil acceso”. La inclusión de estos dos poetas son claras sugerencias de Reyes (Brull es el poeta más mencionado en “Las jitanjáforas”), mientras que se incluye una breve reflexión de Macedonio Fernández sobre la metáfora, un comentario sobre la pintura de Elena Cid de Marechal, una exhaustiva reseña de Góngora en América y un epitafio al hispanista Foulché-Delbosc. Pero para mostrar de manera más evidente cómo el peso del hispanismo es una burbuja que crece en el espacio de Libra, voy a detenerme en el comentario de Eugenio d´Ors, “Xenius”, sobre el poema Martín Fierro. Fiel al estilo de los cuadernos de Colón, d´Ors se esmera en traducir los secretos de la sextilla hernandiana al lenguaje de sus lectores:
¡Cuán lejos nos encontramos de la octava real! ¡Cuán distantes de su altisonancia lenta y pomposa!… Al medir tanta lejanía, no podemos menos de recordar otra invención de la raza, otra creación métrica española, absolutamente paralela a la de Hernández; la “Redondilla”, digo. El pequeño “cuadro” en versos octosílabos, forma predilecta de la dramática española —una dramática también seca, esencialmente activa— sin nobleza ni paisaje.
La estrofa del Martín Fierro es a la octava real, lo que la redondilla al alejandrino (Corral, 2003: 86).
La inclusión de la mirada de un crítico español constituye un gesto filohispanista que, luego de la polémica por el meridiano intelectual de América en el número 42 de Martín Fierro de 1927, no puede leerse menos que como una fuerte señal dentro del campo, especialmente si tomamos en consideración la previa disputa de Bernárdez con Evar Méndez a través del intercambio epistolar publicado en el último número del periódico. En su carta, Bernárdez sentenció enérgico contra los meridianos por considerarlos una idea renacentista: “El Renacimiento comenzó desfigurando la vida y terminó desdibujando la Cruz, armazón de la vida”6. Al respecto, anota Laura Cabezas:
En este intercambio entre el poeta Bernárdez y el director de la revista se muestra la fractura de un imaginario compartido acerca de una revolución moderna en el campo del arte, las costumbres y las instituciones sociales. En efecto, tanto en sus notas de viaje como en la carta enviada —documento “curioso” y “signo del tiempo”— Bernárdez da cuenta de un giro inesperado: la inclusión de la religión como una variable válida dentro de la publicación más importante de la vanguardia argentina (2019: 37).
Creo que es este inesperado sincretismo entre catolicismo y vanguardia el que generó el desconcierto, la frustración de algunos críticos luego de la publicación de Libra. Esa sensación los habría impulsado a tildarla de conservadora en relación con el horizonte de expectativas que generaban nombres ligados a la vanguardia como el de los jóvenes poetas. Esto me remite al clásico trabajo de Sarlo “Vanguardia y criollismo: la aventura de Martín Fierro” (1997), en el que indaga precisamente la noción de ruptura, y propone hablar de “moderatismo” para el movimiento Martín Fierro en comparación con sus pares europeos. Rescata puntualmente su voluntad renovadora (pone el ejemplo de las intervenciones de Marechal) más que la realización de una orientación estética clara. No muy distinto es lo que ocurre con Libra, por lo cual puede reafirmarse la idea de una continuidad entre las revistas en este sentido.
En la misma sección de “correo literario” también resulta significativa la inclusión de un “juicio sintético” sobre Don Segundo Sombra a cargo de Francisco Romero, en el que el historiador apela al texto para hablar de Weltanscaunung. Nótese el dato interesante de que dentro de la historiografía se invoca una fuente literaria muy reciente para introducir el estudio de las cosmovisiones o visiones del mundo. Lo cierto es que la novela de Güiraldes es mencionada por Marechal cada vez que se propone definir lo nacional, como en el ensayo ya citado o en el posterior, “La poesía lírica: lo autóctono y lo foráneo en su contenido esencial” (1999: 143-156), en el que nacionalismo y cosmopolitismo abogan por un equilibrio armónico. Las dos siguientes reseñas sobre Proust y Góngora en América pueden leerse en el mismo sentido. Es en estos gestos en donde se define lo nacional en la revista.
En síntesis: no hay manifiesto, tal como advirtió De Torre, pero la política editorial de la revista se hizo evidente a través del tono de las notas incluidas, las novedades referidas, los libros comentados y, sobre todo, del ángulo desde el que los materiales son presentados.
Sur y Sol y Luna: convivencia de opuestos
Es importante subrayar que Marechal colaboró de manera simultánea con Sur y con Sol y Luna7, lo cual pone en evidencia que el circuito de publicación liberal y el católico convivieron en la década del 30 (Blanco, 2020b). Fue recién en 1935, es decir, después de haberse publicado ya doce números de la revista Sur, que el poeta entregó su primer aporte allí8. Se trató de la nota “Don Segundo Sombra y el ejercicio ilegal de la crítica”, cuyo objetivo era vindicar la obra de Güiraldes contra la miopía de los críticos que intentaban leerla desde anteojeras “sociologizante”. Era, desde una mirada más profunda, una defensa fuerte de la autonomía artística.
Marechal publicó siete colaboraciones más en la revista dirigida por Victoria Ocampo. En el número 15 fue otra reseña: en este caso, de Nocturno Europeo de Eduardo Mallea. Le siguió “Carta abierta” en el número 25, en donde denunciaba irregularidades en un concurso de arte para homenajear a Bolívar y en el cual se le otorgó el premio a Fioravanti, pero luego su proyecto fue cuestionado por la desnudez del monumento. Es importante destacar este mismo año la traducción del libro André Gide et notre temps, mencionada anteriormente, que realiza para el sello editorial Sur.
Luego de estas cuatro intervenciones, Marechal comenzó a publicar en Sol y Luna a partir de 1938. Ese mismo año, en el número ٤٨ de Sur dio a conocer un comentario de Interlunio, el poemario de Oliverio Girondo, y otro sobre Claro desvelo, de Nalé Roxlo. Ambos libros habían sido editados por Sur en 1937.
En el número 49 de octubre de 1938 publicó otra lectura, en este caso, de un libro editado en Chile, en un trabajo que tituló “Poesía religiosa española”. Esta intervención me interesa particularmente porque allí Marechal reflexiona sobre el lenguaje poético en América y sus modelos:
Dije ya que una selección como la de Roque Esteban Scarpa tenía una promisoria significación en América. Si es verdad que al pasar a nuestro continente el lenguaje poético español extravió mucho de su contenido espiritual, enriqueciéndose, en cambio, con todo el colorido y la sensualidad de América, no es menos verdadero que nuevas corrientes poéticas americanas tratan de restituirle hoy su antigua mesura y dignidad. Si América lograse recuperar el genio del idioma heredado y le diese, además, el esplendor inédito de sus cosas, habría encontrado, sin duda, su tono verdadero: un idioma poético que tendría la raíz en el común tesoro tradicional, y la flor y el fruto en América, que aún no ha dado su canto verdadero, el que todos esperan. Obras como la de Scarpa, no sólo confirman esa intención, ya visible en el continente, sino que la estimulan y favorecen con la proposición de los grandes modelos9.
Se advierte así cómo en la escritura de Marechal se hace cada vez más evidente la impronta hispanizante que ya se venía fraguando en Libra, con el consiguiente abandono del tono parricida que había distinguido sus primeros pasos vanguardistas.
El siguiente libro reseñado pertenece a otro camarada martinfierrista, Carlos Mastronardi, quien publica su segundo poemario, Conocimiento de la noche, comentado por Marechal en el número 50 de Sur.
El ensayo “Victoria Ocampo y la literatura femenina”, en el número 52 de enero de 1939, es el último aporte de Marechal a esta revista y se distingue por ser un valiente intento por definir la literatura femenina a partir de las conferencias de Victoria sobre Virginia Woolf y Emily Brontë.
La revista Sol y Luna publicó diez números entre 1938 y 1943. Fueron años muy significativos desde el punto de vista del contexto histórico, que Fernández de Soto caracteriza así:
La crisis ideológica mundial de los años 30 supone un momento determinante de la historia contemporánea argentina. La siempre marcada influencia de las corrientes de pensamiento europeo vino a incrementarse en una década en la que Argentina buscaba una salida al liberalismo tradicional que había regido los destinos del país desde mediados del siglo XIX. La extrema derecha argentina acogió entonces con agrado los postulados autoritarios ligados al mito de la hispanidad que desde España llegaban de la mano de Ramiro de Maeztu y los tradicionalistas de Acción Española. Con el inicio de la guerra civil en España, los ultraderechistas argentinos, tradicionalmente conocidos como los nacionalistas, pronto mostraron su apoyo a la causa rebelde e intensificaron sus contactos con los franquistas. Una vez concluida la guerra civil y coincidiendo con los primeros triunfos militares de las potencias del Eje, el gobierno franquista impulsó su política exterior en Hispanoamérica, en un intento por aumentar su influencia en el marco internacional institucionalizando una visión más militante de la idea de hispanidad, apoyándose por ello fundamentalmente en la labor propagandística de la Falange en el Cono Sur y en aquellas minorías católicas dirigentes que simpatizaban con su causa en las repúblicas latinoamericanas (2001: 67).
Marechal formó parte del consejo de redacción desde el número 7 hasta el último, el número 10. Entre el número 1 y el 6, participó de manera regular con textos de distintos formatos. A partir de ahí, pasa a formar parte del consejo de redacción.
En el número 1, publicó su aporte más meduloso: una conferencia ofrecida en el acto anual de distribución de premios de la Comisión Nacional de Cultura titulada “El poeta y la República de Platón”. Este texto es muy significativo porque permite entrever el desarrollo de una conciencia cívica que no se advierte en aportes anteriores. Acá, Marechal habla de la función del poeta como portavoz del pueblo, que es una misión que asumió de manera evidente en poemas como Heptamerón (1966) y, sin dudas, en sus tres novelas10. Otro dato interesante y novedoso es su definición de la política:
Tradicionalmente la Política es, o debe ser, una hermana menor de la Metafísica, vale decir, una aplicación del orden Celeste al orden Terrestre: constitución del Estado [sic] también se basa en principios inconmovibles, en un exacto conocimiento del hombre y sus destinos naturales y sobrenaturales, en la justa ponderación de cada individuo y del lugar jerárquico que le corresponde, y en un sentido riguroso de las jerarquías. Supongamos ahora que el poeta (criatura sentimental a menudo y tornadiza casi siempre) se le dé por negar el orden en que vive, y pretenda inventar uno nuevo, según las reglas de su arte: si nadie lo sigue, habrá introducido al menos, un germen de duda en lo indudable; si lo siguen unos pocos, dejará tras de sí un fermento de disolución activa; si lo acompañan todos, la destrucción de la Ciudad es un hecho11.
Se observa así un intento por empezar a pensar lo colectivo en relación con la poiesis, el hacer poético, que marca una restricción respecto de la amplia noción de creación que distinguió al movimiento martinfierrista12. Se trata de una noción que pasa a estar supeditada al orden divino, que es la que comienza a regir el orden terrestre, de acuerdo con este nuevo marco de pensamiento. Cabe destacar, además, que este cambio da cuenta del advenimiento de una nueva concepción que ya está presente en el Adán, pero que se haría dominante en su producción posterior, es decir, aquella que da cuenta de una presencia cada vez más importante del pueblo para pensar la patria. De ahí la distancia declarada con los proyectos artísticos que solo se centran en el individuo, como explicita en “Proyecciones culturales del momento argentino” (1947) que, tal como analicé en otro trabajo (Blanco, 2015), responde de manera polémica a la reivindicación del individuo que Borges emprende en “Nuestro pobre individualismo”.
En el mismo número de Sol y Luna, en la sección “Bibliografía”, aparece otro texto de Marechal: una carta. Se trata en realidad de una reseña con formato dialógico, dirigida al mismísimo reseñado, que es en este caso Eduardo Mallea. Marechal le ofrece allí su lectura de Historia de una pasión argentina, recién publicado por Sur (1937). En este diálogo, reaparecen los conceptos ya comentados, que son precisamente el pilar a partir del cual Marechal lanza la polémica contra Mallea en forma de pregunta retórica:
En tu libro hablas de dolor y elogias la exaltación de la vida severa; pero ¿bastará que se produzca el milagro en un archipiélago de almas argentinas? ¿no sería ello una realización insular, incomunicable a ese todo que es un pueblo? En otra parte de tu libro te refieres al pueblo y a su “capacidad de dolor”; pero esa capacidad es una virtud “en potencia”, y sería necesario que los acontecimientos la pusieran en acto vivo. El pueblo, como pueblo, no saldrá en busca del dolor, y si lo encuentra en sí mismo será porque una vibración colectiva lo ha puesto en acto. ¿Es posible que ocurra? Sólo sé responder lo siguiente: hay pueblos que tienen misión y que parecen destinados a llevar la voz cantante de la historia, sufriéndola en sí mismos y creándola; pues bien, a esa clase de pueblos no les ha faltado nunca la prueba de dolor vivificante, y ese dolor puede llevar muchos nombres, algunos aborrecimientos, pero su nombre verdadero sólo es conocido de Aquel que llamamos Único Señor de la Historia13.
De católico a católico, si bien Marechal reconoce la esperanza que Mallea deposita en el accionar del pueblo, hace énfasis en la necesidad de reforzar esa idea de lo colectivo, de “vibración colectiva” que está comenzando a asentarse en su poética.
En el número 2, Marechal publicó otra conferencia, la dedicada a “San Juan de la Cruz”, ofrecida en Amigos del Arte14. En el número 3, no hay texto propio, pero sí una reseña sobre Descenso y ascenso del alma por la belleza, ensayo estético recientemente publicado por el sello de la revista, a cargo de José María de Estrada, el secretario de redacción de Sol y Luna. El poeta participó del almanaque con el poema “El cortejo” (42-43). En el número 5 de 1940 publicó “El ciervo herido”, poema simbólico que remite a las heridas de Cristo y la redención del hombre.
Luego de 1939, Marechal no publicó más en Sur. Su último aporte a Sol y Luna fue en 1040, aunque siguió conformando el consejo de redacción. Lo que quiero resaltar es que a partir de ese momento sus colaboraciones con medios gráficos pasaron a ser más esporádicas. Luego de una publicación en Ortodoxia, revista de los Cursos de Cultura Católica, en 1943, Marechal comenzó a intervenir en medios ligados al ámbito estatal, tales como Argentina en marcha, publicación de la Comisión Nacional de Cooperación Intelectual; Ciclo Anual de Conferencias Organizado por la Subsecretaría de Cultura de la Nación; o intervenciones en la Radio del Estado y conferencias luego reproducidas en medios gráficos (Coulson, 1974). Para comprender este cambio, conviene recordar que en 1944 fue precisamente Ignacio Anzoátegui —director de Sol y Luna hasta el número 5— quien lo invitó a formar parte de la recién creada Secretaría Nacional de Cultura. Marechal fue designado ese año como director general de Cultura Estética hasta que en 1945 su cargo pasa a ser el de director general de Cultura (Marechal, M., 2014).
Luego de la conferencia “Simbolismos de Martín Fierro” pronunciada en la radio en 1955, Marechal no volvió a publicar en medios de prensa sino hasta 10 años después, en 1965, año que marca su salida del tan mentado “ostracismo” con el hito que significa la publicación de su segunda novela, El banquete de Severo Arcángelo15.
A partir de esta indagación cronológica, se advierte claramente el itinerario que arranca con Martín Fierro y la proclama de “universalizar las esencias nacionales”, para luego orientarse en los años 30 hacia una simpatía creciente con el modelo hispanista al que llegó a través de sus vínculos con los grupos de Cultura Católica16. No obstante, tal como se advierte en su Adán Buenosayres, la nostalgia por el proyecto inicial, así como sus postulados universalistas, convivieron a lo largo de toda su carrera. Así lo atestigua este homenaje que reproduzco a continuación gracias, nuevamente, a la generosidad de María de los Ángeles, hija de Leopoldo, quien autorizó su publicación para este dossier. De aquí proviene la proclama citada unas líneas arriba que invita a “universalizar las esencias argentinas” y que unió a tantos poetas y artistas diferentes bajo un mismo proyecto.
Palabras de homenaje a D. Francisco A. Colombo17
Me parece un acto de justicia poética éste de vincular el nombre de Francisco A. Colombo al de Ricardo Güiraldes, al cumplirse ahora el cuadragésimo aniversario de la aparición de Don Segundo Sombra. Y también me parece justo vincular ambos nombres al grupo de “Martín Fierro”, uno de cuyos directores fue Güiraldes, tal vez el más querido por nosotros en razón de su autenticidad argentina y a la vez de su aleccionadora universalidad.
Recuerdo los meses que precedieron a la aparición de Don Segundo Sombra. A fines de 1925, en una reunión de la “Revista Oral” que dirigía el poeta Alberto Hidalgo y que funcionaba en el sótano del Royal Keller, me encontré con Güiraldes y le pedí noticias del Don Segundo que acababa él de terminar gambeteándole a sus dolores.
— Estoy ocupándome de su edición —me dijo—, en la cual tiraré a la calle otra vez una ponchada de pesos estériles.
Güiraldes se refería ciertamente a la poca difusión que habían obtenido sus obras anteriores. Y yo le adelanté allí mismo una propuesta de D. Manuel Gleizer, nuestro heroico editor de aquellos días. Güiraldes la rechazó, con piadoso humorismo:
— No quiero hacer “clavar” al pobre ruso —me contestó—: Don Segundo se imprimirá en un taller de Areco.
A mediados del año siguiente nos entregaba él a cada uno de sus camaradas martinfierristas un ejemplar de su novela, en cuyo colofón se leía lo siguiente:
Terminóse de imprimir
la presente edición
el primero de julio
de mil novecientos veintiseis
en el establecimiento
gráfico Colón, de
Francisco A. Colombo
en San Antonio de Areco.
Y en ese colofón se anunciaba el advenimiento de un linaje de artífices impresores que daría luego, a través de cuarenta años, obras maestras de la impresión, y que presentaría también a don Francisco A. Colombo como a un Aldo Manucio criollo de la mejor cepa universal.
Me digo ahora que un intento más sutil había llevado a Güiraldes a imprimir su obra máxima en un taller de su pueblo y con hombres de su tierra. Bien sabía él, como lo supieron antes un Sarmiento y un Mansilla, que el escritor auténtico debe tener las raíces en su contorno vivo y con todas sus consecuencias, aunque alargue sus ramas a lo universal, como lo hizo él mismo, certero en su lección.
Al finalizar el mismo año conocí a don Francisco A. Colombo en el almuerzo de homenaje que le ofrecimos al novelista en un restorán junto a los lagos de Golf. Una fotografía ya histórica, publicada en la revista “Martín Fierro”, nos presenta a todos los del grupo rodeando a Güiraldes; y entre nosotros aparece la figura de don Francisco, llegado recién de su terruño, fuerte, sereno y algo tímido como debe ser un hombre que acaba de ser llamado a su destino verdadero. Aquel almuerzo fue también una despedida: Güiraldes viajaba a París, y ninguno de nosotros sospechó entonces que sólo volveríamos a encontrarlo en su muerte, cuando lo llevamos a San Antonio de Areco para enterrarlo allá, en su propia tierra, como una semilla grávida de futuro.
Después la familia Colombo se trasladó a esta ciudad. Universalizar las esencias argentinas, tal era nuestra consigna; y Buenos Aires era y es todavía nuestro centro único de universalización. Fieles a esa consigna, los Colombo trabajaron duro y bien, lanzando al mundo una vasta serie de ediciones colombinas que hoy están en el desvelo de los bibliófilos. Las llamé colombinas en el deseo de que así sean nombradas en lo futuro, como se llaman alduinas las del maestro veneciano. Al taller de la calle Hortiguera se acercaron también escritores y artistas plásticos que se inclinaban a la paciencia y dulzura del oficio, entre los cuales recordaré al poeta Ricardo E. Molinari, que todavía continúan frecuentando el taller, hermoso en su obstinación, y al xilógrafo Juan Antonio, que dirigió mi Historia de la Calle Corrientes para la Municipalidad de Buenos Ares, mi Viaje de la primavera para Emecé y mi Centauro para Sol y Luna.
Los herederos de Colombo han recibido el arte y la consigna de don Francisco, cuya presencia, bien que invisible ahora, continúa de pie junto a las máquinas planas y los cajones de tipografía. En su homenaje quise traerles hoy a ustedes este ramito de recuerdos18.
LEOPOLDO MARECHAL
Bibliografía
Fuentes
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1 Carlos García documenta el proyecto de lo que habría sido el lanzamiento de la tercera etapa de Proa a través de una carta firmada por los tres poetas, y que sirve como testimonio de su alejamiento de Martín Fierro en 1928 (cfr. García, 2016). Luego, en su libro con Greco, al analizar las causas de la discontinuidad del periódico, concluyen que fueron varias las causas que contribuyeron a esta disolución: “Las diferencias políticas y religiosas; la dispersión del grupo, por enconos personales, viajes o empleos; el aislamiento y el cansancio del director ante la falta de colaboradores; la escasez de medios y la quiebra de Evar Méndez, sin duda, como uno de los motivos principales” (García y Greco, 2017: 85).
2 Para un detalle de sus asiduas colaboraciones en Martín Fierro, cfr. el índice general en ahira y el “Índice general y estudio de la revista ‘Martín Fierro’ (1924-1928)” de Trenti Rocamora, ambos disponibles en la página de ahira: https://ahira.com.ar/estudios-criticos/?pub=502. Un análisis detallado de este período se encuentra en el libro de Marisa Martínez Pérsico (2013), Leopoldo Marechal, entre la cuerda poética y la cuerda humorística, especialmente en el capítulo “El tránsito del rumbo generacional al rumbo individual. Pasión y muerte del martinfierrismo”.
3 En la edición anotada de Navascués queda en evidencia que esta dedicatoria se suprime en la reedición de 1966 (2013: 89).
4 Se trata de un volumen colectivo publicado por Galimard en su edición original de 1935, que recoge un debate entre Ramón Fernández, René Gillouin, Jean Guéhenno, G. Guy-Grand, Gabriel Marcel, Jacques Maritain, Henri Massis, Thierry Maulnier y François Mauriac.
5 Marechal, Leopoldo (octubre 1926), “El gaucho y la nueva literatura rioplatense”, Martín Fierro, nº 34, p. 258.
6 Bernárdez, Francisco (noviembre 1927), “Carta”, Martín Fierro, nº 44-45, p. 384.
7 Sigo para este relevo el meduloso catálogo realizado por Graciela Coulson (1974) en Marechal y la pasión metafísica. Agradezco muy especialmente a María de los Ángeles Marechal el aporte de valiosos materiales para documentar este itinerario.
8 La revista de Victoria Ocampo ya ha sido ampliamente estudiada por la crítica, por lo cual remito a los trabajos clásicos de King, Podlubne y Wilson, por solo mencionar algunos de los más importantes.
9 Marechal, Leopoldo (octubre 1938), “Poesía religiosa española”, Sur, nº 49, pp. 63-65.
10 Cfr. Blanco (2020a), especialmente el capítulo “El pueblo como protagonista en las novelas de Marechal”.
11 Marechal, Leopoldo (noviembre 1938), “La república de Platón”, Sol y Luna, nº 1, pp. 119-123.
12 Es interesante notar que el artículo que le sigue a este, “Sobre historia” de Santiago de Estrada, se centra en lo colectivo como designio divino, de modo que puede pensarse que esta concepción de pueblo emana de sus estrechos vínculos con el catolicismo restablecidos a partir de la década del 30, como el propio Marechal reconoce. De Estrada, Santiago (noviembre 1938), “La república de Platón”, Sol y Luna, nº 1, pp. 125-131.
13 Marechal, Leopoldo (noviembre 1938), “Carta a Eduardo Mallea”, Sol y Luna, nº 1, pp. 180-182.
14 Según la edición de Obras completas de Marechal de Perfil, la conferencia se dictó en 1939, y una edición aumentada sería luego el prólogo a una edición de Cántico espiritual de Estrada en 1944 (1999: 179).
15 Un dato curioso que acaba de compartir conmigo María de los Ángeles Marechal, directora de la Fundación Leopoldo Marechal e incansable pesquisadora de los papeles de su padre, es que Marechal recibió durante esos años invitaciones para colaborar en los medios, como, por ejemplo, una de Juan Goyanarte para la revista Ficción en 1957.
16 Cita tomada del homenaje a Colombo reproducido a continuación.
17 Francisco Colombo fue un destacado editor e imprentero que instaló su taller en San Antonio de Areco en 1902. Güiraldes publicó algunas de sus novelas con él antes de entregarle su Don Segundo Sombra en 1926. El otro gran hito de Francisco Colombo fue la apertura de una sucursal en Buenos Aires en 1929. El primer libro que editó allí fue Cuaderno San Martín (1929), de Jorge Luis Borges. A partir de ese momento, se convirtió en el favorito de los miembros del grupo de los martinfierristas, tales como Molinari y Macedonio Fernández, y dio a letra de molde ediciones memorables de textos clásicos de literatura argentina.
18 Pronunciada en la S.A.D.E., se supone durante el año 1966. Este material fue recuperado por María de los Ángeles Marechal, leído y editado en la “Peña del Libro Trenti Rocamora” en homenaje a don Francisco A. Colombo, el 10 de julio de 2004.